26 de abril de 2009

Paro en el transporte de carga visto desde los camioneros

El Chagualo es una zona ubicada al norte de Medellín, donde tienen asiento varias empresas de transporte de carga, y donde deambulan decenas de conductores a la espera de que les resulte carga. Es por lo mismo un escenario donde la crisis que hoy padece el gremio transportador muestra una de sus facetas más patéticas: la situación de los conductores asalariados de camiones y tractomulas, que entre otras cosas muy poca prensa ha mojado por estos días de agitación y paro.
En El Chagualo, de Medellín
La crisis del transporte de carga muestra su cara más patética: la situación de los conductores
—Crónica—

El Chagualo es el nombre informal que se le ha dado a una zona ubicada al norte de Medellín, donde tienen asiento varias empresas de transporte de carga, entre ellas Botero Soto, una de las más grandes y reconocidas en esta sección del país.

Allí, según lo dicen los conductores que por sus calles deambulan y matan el tiempo a la espera de que les resulte alguna carga para transportar, no hay necesidad de que nadie los convoque a paro, toda vez que de un tiempo para acá la mayoría de ellos vive en paro permanente, porque lo normal es que pasen varios días, incluso semanas, sin que les caiga la bendita carga, parados. Unos cien conductores, se dice, se ven allí a diario sumidos en tal situación, y el cálculo es parco.

Es una pequeña muestra de la crisis que hoy padece el transporte de carga en Colombia, y que en las calles de El Chagualo muestra una de sus facetas más patéticas: la situación de los conductores de camiones y tractomulas, que entre otras cosas muy poca prensa ha mojado en estos días de agitación y protesta, cuando el protagonismo lo tiene el gremio de los propietarios de los vehículos, no los conductores, que por cierto unánimemente están de acuerdo en apoyar a sus patrones en lo del paro, toda vez que para ambos el palo no está como para cucharas.

Si bien es cierto que los dueños del parque automotor están padeciendo, como nunca antes, la escasez de carga, el bajo valor de los fletes y el alto costo de los combustibles e insumos, entre otras angustias; no es menos cierto que los conductores, los asalariados del volante, están, si se quiere, llevando la peor parte, porque constituyen el eslabón más débil de la cadena. A ellos se les termina trasladando todo el peso de la crisis. Y para comprobarlo basta con escuchar el rosario de quejas y reclamos que por estos días se escucha en El Chagualo.


El rosario de quejas

Carlos Restrepo tiene hoy 65 años, 35 de los cuales los ha pasado manejando camiones por las carreteras nacionales. Desde hace algunos días está desempleado porque el dueño del viejo camión que manejaba decidió chatarrizarlo.

Como todos los conductores consultados, afirma que es tal la escasez de carga que un mes apenas alcanza a hacer un viaje a Buenaventura o a la Costa Atlántica, que son los destinos usuales desde Medellín.


Carlos Restrepo

Las cuentas que hace son las siguientes: Si está en Medellín, en la espera de carga puede demorar dos semanas. El viaje a cualquiera de los dos destinos le pude tomar 2 días, más otros 4 o 5 para el descargue; y si está de buenas le tomará de 10 a 15 días conseguir carga para el regreso (llegó a estar hasta 25 días parado en Cartagena, esperando carga).

Esas son las cuentas del tiempo, porque las del dinero son más azarosas todavía: si el dueño del vehículo es un buen patrón, el salario básico mensual que le paga es de $300 mil (hay patrones que no pagan ni el básico), más el 10% del valor del flete (porcentaje convenido en el gremio). Este porcentaje, para un viaje de Medellín a Cartagena, equivale a unos $150.000. Pero como los viáticos salen de su bolsillo (se acabaron los tiempos en que el dueño del camión corría con los viáticos), ese dinero en Cartagena, donde como se dijo tiene esperar hasta dos semanas, apenas sí le alcanza para los gastos, porque tiene que pagar hotel, comida y taxis (o mototaxi para que le salga más económico). Y lo mismo al regreso. Total, dice Restrepo, “uno llega a Medellín con la maleta llena de ropa sucia y una cantidad de deudas que lo están esperando”.

Lo otro es que, a su avanzada edad, Carlos no tiene pensión de jubilación ni esperanzas de tenerla, porque de todos los patrones que ha tenido algunos le pagaron pensión y otros no, y ni siquiera sabe si tiene o no derecho a su pensión. “No he hecho todavía las vueltas para eso”, acota.

Y es que el tema de las seguridad social es bastante crítico entre el gremio de los conductores. Por lo general sus patrones sólo los afilian a una aseguradora de riesgos profesionales, y eso porque es un requisito que les exigen para ingresar en los terminales de carga.

“No le busque: el gremio más desprotegido en seguridad social de la nación, es el de los conductores; y el Estado no ha podido con eso”, tercia en la conversación Manuel Muñoz, un conductor al que le gusta pasar en El Chagualo sus horas libres, que son todas porque ya está jubilado.

“Es que los fletes no están dando ni para eso. Es escaso el patrón que paga completa la seguridad social; y hay unos que le dicen al conductor: si quiere trabajar conmigo, pague la mitad de la seguridad social usted, que yo le pago el resto”, agrega.

Esto último lo dice Manuel ya en condición de empresario, porque la plata de su liquidación como conductor de toda la vida la invirtió en la cuota inicial de una tractomula requeteusada, modelo 1960, que maneja su hijo, éste sí afiliado a pensión, salud y riesgos profesionales.

“Y eso de ser dueño de un camión viejo es otra pata más que le nace al cojo”, anota Manuel, refiriéndose al hecho de que las empresas dueñas de la carga desdeñan los vehículos viejos, exigen vehículos de modelos nuevos para transportarla. “Y carros nuevos hay por montones, porque la mafia inundó este país de tractomulas último modelo”, aclara Manuel.
Manuel Muñoz

“En mi caso —sigue diciendo— tengo una pensión que me ayuda, porque la tractomula apenas si nos está dejando para la comida. El resto es para pagar las letras, porque todavía debemos una parte. Cómo va a alcanzar, si sólo en el viaje de ida de Medellín a Cartagena se van en peajes $300 mil, sin contar lo que cuesta el ACPM, el aceite, el parqueadero, los cambios de llanta, el seguro del carro, de pronto los partes del tránsito…Yo si le digo: el clima de vida que hoy tenemos los transportadores, no se ha llegado a ver nunca; ni siquiera en la crisis que vivimos en 1998, que fue tan verraca. Hasta Botero Soto la está viendo gris, ya no nos ofrece la misma cantidad de carga de antes. En este momento puede haber aquí unos 150 vehículos esperando turno”.

150 vehículos que representan 150 conductores parados, dispuestos a montarse en un camión y manejarlo por el pago que les ofrezcan, “porque la necesidad no pregunta”, concluye, con el rostro sombrío, el conductor Carlos Restrepo.

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