Por Higinio Pérez Negrete
Las inconsistencias conceptuales y analíticas que hace unos días señalé al artículo de Juan Federico Moreno (El Neoinstitucionalismo y el proyecto económico de Antanas Mockus, Bogotá, Junio 2 de 2010), provocaron una inmediata y, al parecer, airada respuesta de su autor (A propósito del neoinstitucionalismo como política del Banco Mundial, el BID y del programa de Antanas Mockus, Juan Federico Moreno, Bogotá, Junio 16 de 2010).
Debo resaltar la honestidad de mi contradictor, quien reconoce que su artículo tiene fallas conceptuales, pero lamentablemente trata de justificar ese vacío con el cuento de que “no estaba pensando tanto en el rigor académico, para este escrito, sino en las condiciones concretas que rodean la inversión extranjera como estrategia neoliberal para el crecimiento en Colombia”. Interesante su “argumento”, señor Moreno. De acuerdo con su valoración, el rigor sólo es necesario para la academia, pero no para abordar las “condiciones concretas”. Mayor aún es el irrespeto al lector cuando afirma que “mi artículo fue de propaganda política, de defensa del programa social y económico del Polo”, y por eso “preferí no incluir ninguna cita académica, bibliográfica o de referencia erudita que pudiera entorpecer la lectura o distraer al lector sobre la cuestión más urgente: …”. ¡En qué baja condición tiene a la política, mi contradictor! Pobre Polo, si, como manifiesta, el propósito no era más que hacer propaganda política. ¿Acaso considera que la propaganda política puede ser algo superficial, sin fundamento y, por tanto, sin rigor alguno en lo que se plantea? Parece que le quedó grande el asunto, señor Moreno. Con cita o sin cita, con propaganda política o sin ella, el rigor siempre debe estar presente.
En su respuesta advierte que “mi artículo no cubría la pretensión de refutar el neoinstitucionalismo de Douglass North, ni ridiculizarlo, ni menos aún caricaturizarlo”. Sin embargo, precisamente por la falta de rigor, logró lo que no se proponía: presentar una pobre caricatura del premio Nobel de economía de 1993. En efecto, tergiversa a North cuando afirma que de acuerdo con su teoría, “si queremos alcanzar niveles de desarrollo semejantes al de los Estados Unidos, no tenemos más que copiar sus instituciones y normas legales”. Para que el señor Moreno entre en razón, cito a North: “¿Qué ocurre cuando un conjunto común de normas es impuesto a dos sociedades diferentes? Puedo ejemplificarlo tomando un caso histórico. La Constitución de los Estados Unidos fue adoptada (con modificaciones) por muchos países latinoamericanos en el siglo XIX, además de que muchas de las leyes de propiedad de países occidentales desarrollados han sido adoptadas por países del Tercer Mundo. El caso es que los resultados no son similares a los obtenidos en los Estados Unidos o en otras naciones occidentales” (Instituciones, cambio institucional y desempeño económico, Fondo de Cultura Económica, 1995, pág. 132).
También presenta una pobre caricatura de North cuando afirma que puso “patas para arriba” a Carlos Marx, “pues según el neoinstitucionalismo, la configuración del sistema institucional y jurídico-legal, no está condicionado –en última instancia- por el desarrollo y características de las relaciones socio-económicas, sino, por el contrario, son las normas e instituciones legales, las que determinan –de manera bastante mecánica- el crecimiento y desarrollo económico de los países”. En su crítica a la teoría neoclásica convencional (ortodoxa), la cual desconoció el papel de las instituciones, North destacó el aporte de Marx: “Los primeros trabajos de Marx sobre las fuerzas productivas (según el desarrollo de las cuales se manifestaba el estado de la tecnología) con las relaciones de producción (a través de las cuales implicó aspectos de la organización humana y en particular de los derechos de propiedad) fue un esfuerzo precursor para integrar los límites y las limitaciones de la tecnología con los de las organizaciones humanas” (pág. 169). North vio un gran aporte en el hecho de que Marx considerara la importancia de las instituciones, pero a diferencia de Marx, para él son las instituciones, y no las fuerzas productivas, las que a la larga determinan el crecimiento y el desarrollo de las naciones. Ni en Marx ni en North existe una implicación “mecánica”, como lo afirma el señor Moreno.
Tratando de escaparse del lío en que se metió, el señor Moreno afirma, en su respuesta: “No es a North contra quien arremetí en mi artículo. Como ya lo llevo dicho, fue a las concepciones neoliberales y, eso sí lo explicité, a los postulados –que sí se basan en la concepción neoinstitucionalista de North- de las entidades internacionales, Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo, BID”. Para que no quede dudas de a quien ataca, el señor Moreno enfatiza: “La estrategia del Banco Mundial no fue la de oponerse a la reforma neoliberal, sino profundizarla, complementarla, asegurarla, dicho en otras palabras: hacerla eterna”. Mi contradictor decidió que la lucha del Polo tiene que ser únicamente contra el modelo neoliberal, y que no es necesaria la defensa de la democracia porque se supone que esta es un simple embeleco de la sociedad capitalista. Por tanto, la única lucha que vale es la que se orienta contra el modelo neoliberal. La expresión que mi contradictor le quiso atribuir a North resultó apropiada para él. Permítame parodiarlo un poco: “Sin distingo alguno, el centro de atención único e inmediato de todos los pueblos de América Latina es la lucha contra el modelo neoliberal”. Una única receta para un único problema. No hay más.
El economismo manifiesto en los planteamientos del señor Moreno, tratando de respaldar al Polo Democrático Alternativo, no le hace bien a la política en Colombia. De acuerdo con su propuesta, que lamentablemente es la del MOIR, la lucha política no existe por fuera de la lucha por el cambio de modelo económico, es decir, es vana la lucha por mejores condiciones para el desarrollo de la política en un ambiente democrático burgués. Una vez más debo exclamar: ¡En qué baja condición tiene a la política, mi contradictor! Sobre todo en un país como el nuestro, repleto de falsos positivos, plagado de fosas comunes, de millones de desplazados y victimas que no han recibido reparación, de crímenes de lesa humanidad impunes, con un presidente que amedrenta los jueces y que ha anunciado proyectos para que los cumpla el gobierno que viene, de aplastar la rama judicial y de abrogarse la designación del Fiscal.
Las inconsistencias conceptuales y analíticas que hace unos días señalé al artículo de Juan Federico Moreno (El Neoinstitucionalismo y el proyecto económico de Antanas Mockus, Bogotá, Junio 2 de 2010), provocaron una inmediata y, al parecer, airada respuesta de su autor (A propósito del neoinstitucionalismo como política del Banco Mundial, el BID y del programa de Antanas Mockus, Juan Federico Moreno, Bogotá, Junio 16 de 2010).
Debo resaltar la honestidad de mi contradictor, quien reconoce que su artículo tiene fallas conceptuales, pero lamentablemente trata de justificar ese vacío con el cuento de que “no estaba pensando tanto en el rigor académico, para este escrito, sino en las condiciones concretas que rodean la inversión extranjera como estrategia neoliberal para el crecimiento en Colombia”. Interesante su “argumento”, señor Moreno. De acuerdo con su valoración, el rigor sólo es necesario para la academia, pero no para abordar las “condiciones concretas”. Mayor aún es el irrespeto al lector cuando afirma que “mi artículo fue de propaganda política, de defensa del programa social y económico del Polo”, y por eso “preferí no incluir ninguna cita académica, bibliográfica o de referencia erudita que pudiera entorpecer la lectura o distraer al lector sobre la cuestión más urgente: …”. ¡En qué baja condición tiene a la política, mi contradictor! Pobre Polo, si, como manifiesta, el propósito no era más que hacer propaganda política. ¿Acaso considera que la propaganda política puede ser algo superficial, sin fundamento y, por tanto, sin rigor alguno en lo que se plantea? Parece que le quedó grande el asunto, señor Moreno. Con cita o sin cita, con propaganda política o sin ella, el rigor siempre debe estar presente.
En su respuesta advierte que “mi artículo no cubría la pretensión de refutar el neoinstitucionalismo de Douglass North, ni ridiculizarlo, ni menos aún caricaturizarlo”. Sin embargo, precisamente por la falta de rigor, logró lo que no se proponía: presentar una pobre caricatura del premio Nobel de economía de 1993. En efecto, tergiversa a North cuando afirma que de acuerdo con su teoría, “si queremos alcanzar niveles de desarrollo semejantes al de los Estados Unidos, no tenemos más que copiar sus instituciones y normas legales”. Para que el señor Moreno entre en razón, cito a North: “¿Qué ocurre cuando un conjunto común de normas es impuesto a dos sociedades diferentes? Puedo ejemplificarlo tomando un caso histórico. La Constitución de los Estados Unidos fue adoptada (con modificaciones) por muchos países latinoamericanos en el siglo XIX, además de que muchas de las leyes de propiedad de países occidentales desarrollados han sido adoptadas por países del Tercer Mundo. El caso es que los resultados no son similares a los obtenidos en los Estados Unidos o en otras naciones occidentales” (Instituciones, cambio institucional y desempeño económico, Fondo de Cultura Económica, 1995, pág. 132).
También presenta una pobre caricatura de North cuando afirma que puso “patas para arriba” a Carlos Marx, “pues según el neoinstitucionalismo, la configuración del sistema institucional y jurídico-legal, no está condicionado –en última instancia- por el desarrollo y características de las relaciones socio-económicas, sino, por el contrario, son las normas e instituciones legales, las que determinan –de manera bastante mecánica- el crecimiento y desarrollo económico de los países”. En su crítica a la teoría neoclásica convencional (ortodoxa), la cual desconoció el papel de las instituciones, North destacó el aporte de Marx: “Los primeros trabajos de Marx sobre las fuerzas productivas (según el desarrollo de las cuales se manifestaba el estado de la tecnología) con las relaciones de producción (a través de las cuales implicó aspectos de la organización humana y en particular de los derechos de propiedad) fue un esfuerzo precursor para integrar los límites y las limitaciones de la tecnología con los de las organizaciones humanas” (pág. 169). North vio un gran aporte en el hecho de que Marx considerara la importancia de las instituciones, pero a diferencia de Marx, para él son las instituciones, y no las fuerzas productivas, las que a la larga determinan el crecimiento y el desarrollo de las naciones. Ni en Marx ni en North existe una implicación “mecánica”, como lo afirma el señor Moreno.
Tratando de escaparse del lío en que se metió, el señor Moreno afirma, en su respuesta: “No es a North contra quien arremetí en mi artículo. Como ya lo llevo dicho, fue a las concepciones neoliberales y, eso sí lo explicité, a los postulados –que sí se basan en la concepción neoinstitucionalista de North- de las entidades internacionales, Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo, BID”. Para que no quede dudas de a quien ataca, el señor Moreno enfatiza: “La estrategia del Banco Mundial no fue la de oponerse a la reforma neoliberal, sino profundizarla, complementarla, asegurarla, dicho en otras palabras: hacerla eterna”. Mi contradictor decidió que la lucha del Polo tiene que ser únicamente contra el modelo neoliberal, y que no es necesaria la defensa de la democracia porque se supone que esta es un simple embeleco de la sociedad capitalista. Por tanto, la única lucha que vale es la que se orienta contra el modelo neoliberal. La expresión que mi contradictor le quiso atribuir a North resultó apropiada para él. Permítame parodiarlo un poco: “Sin distingo alguno, el centro de atención único e inmediato de todos los pueblos de América Latina es la lucha contra el modelo neoliberal”. Una única receta para un único problema. No hay más.
El economismo manifiesto en los planteamientos del señor Moreno, tratando de respaldar al Polo Democrático Alternativo, no le hace bien a la política en Colombia. De acuerdo con su propuesta, que lamentablemente es la del MOIR, la lucha política no existe por fuera de la lucha por el cambio de modelo económico, es decir, es vana la lucha por mejores condiciones para el desarrollo de la política en un ambiente democrático burgués. Una vez más debo exclamar: ¡En qué baja condición tiene a la política, mi contradictor! Sobre todo en un país como el nuestro, repleto de falsos positivos, plagado de fosas comunes, de millones de desplazados y victimas que no han recibido reparación, de crímenes de lesa humanidad impunes, con un presidente que amedrenta los jueces y que ha anunciado proyectos para que los cumpla el gobierno que viene, de aplastar la rama judicial y de abrogarse la designación del Fiscal.
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