Por Consuelo Ahumada*
Tomado de semana.com.co
A juzgar por las medidas que imponen las autoridades económicas mundiales a ambos lados del Atlántico, no parece haber salida en el corto plazo.
En contra de los dictámenes iniciales de las agencias calificadoras de riesgo, tan desacreditadas en estos días, y a pesar del optimismo de instituciones y analistas comprometidos a fondo con el “libre mercado”, los efectos de la crisis global siguen golpeando con cada vez mayor fuerza a los países industrializados. El desborde sin precedentes del endeudamiento de estos países, la fijación del nuevo techo de la deuda estadounidense y su baja de calificación, así como la amenaza de recesión generalizada, son las manifestaciones más recientes y perturbadoras de dicha crisis.
Pero, a juzgar por las medidas que imponen las autoridades económicas mundiales a ambos lados del Atlántico, tendientes a minimizar el gasto público y social, a castigar el empleo y la seguridad social para seguir favoreciendo a los linces de las finanzas, no parece haber salida en el corto plazo. Las repercusiones de la crisis financiera sacuden al resto del orbe, precisamente cuando el hambre y la miseria agobian a un número cada vez mayor de los habitantes del Sur.
Sin embargo, en medio de un panorama tan sombrío, Suramérica avanza con paso firme en su integración política, económica, militar y social y eso es una buena noticia. Sin duda Unasur es la expresión más concreta, en el plano regional, de un proceso de más de una década, marcado por la emergencia y consolidación de los llamados gobiernos progresistas.
Desde su conformación hace tres años por iniciativa del entonces presidente Lula, Unasur ha reivindicado la soberanía y autonomía de la región, en especial frente al dominio secular ejercido por Estados Unidos. Ha defendido el derecho de sus países miembros a desarrollar una política exterior independiente y un modelo de integración propio. De ahí el fracaso del ALCA. Pero también ha insistido en la necesidad de fortalecer el papel económico del Estado, privilegiar la inversión pública y social y ponerle límites al capital extranjero.
Atrás quedó el Consenso de Washington, que se impuso a finales del siglo pasado en toda la región como dogma de fe. Los vientos políticos refrescantes predominan hoy en esta parte del continente, aunque algunos países como Chile, Colombia y hasta hace unos días Perú, insistan en apostarle a la confianza inversionista y al modelo minero exportador como estrategia fundamental de desarrollo.
Aunque su tratado constitutivo solo entró en vigor el pasado mes de marzo, cuando fue aprobado por la mayor parte de sus doce países miembros, Unasur ya cuenta con algunos logros políticos importantes. Enfrentó con éxito episodios graves, como el connato de rebelión en Bolivia en 2008 contra el gobierno de Evo Morales, el intento de golpe en Ecuador en 2010 y la grave crisis política y diplomática entre los gobiernos de Colombia y Venezuela, en el mismo año.
Por ello, en un marco económico internacional tan convulsionado, los recientes eventos de Unasur han despertado el mayor interés. El pasado 28 de julio, con ocasión de la posesión de Ollanta Humala, se reunieron en Lima los mandatarios suramericanos y se pusieron de acuerdo en algunos criterios para enfrentar el impacto de la crisis de los países desarrollados. A pesar de las diferencias políticas de fondo que existen entre ellos, en la reunión se reafirmó la importancia de fortalecer el proyecto de integración y de buscar soluciones de conjunto para toda la región.
Pocos días después, el 5 de agosto, se realizó una nueva reunión en Lima, esta vez de los ministros de economía y finanzas y se avanzó en la discusión de propuestas diversas. Se planteó la posibilidad de abandonar el dólar como moneda de reserva, por el riesgo que implica para las reservas de la región, que suman más de 700 mil millones de dólares, lo que convierte a América Latina y el Caribe en el segundo tenedor de activos en dólares del Tesoro estadounidense después de China.
A pesar de la diversificación económica y comercial que se ha incrementado en la última década, Estados Unidos sigue siendo el principal socio de la región. Por ello, se viene insistiendo también de la necesidad de fortalecer el intercambio regional y de afrontar decididamente los retos de la pobreza, en una región catalogada como la de peor distribución del ingreso en el mundo.
En la reunión de ministros se propuso igualmente crear un fondo propio regional y hacer realidad al llamado Banco del Sur. Se cuestionó también la autonomía de los bancos centrales, considerada uno de los preceptos centrales del dogma neoliberal.
“América del Sur está reaccionando y respondiendo para construir nuestra fortaleza económica. Es un gran bloque que sabe ya defender sus intereses”, señaló Nicolás Maduro, canciller venezolano después de la reunión de ministros de Quito.
No obstante, el desafío más grande de los países de Unasur sigue siendo la superación de la pobreza y la desigualdad social. Los logros de países como Venezuela y Brasil han sido importantes en este sentido, pero no suficientes. Por ello, es necesario avanzar en los proyectos conjuntos que le apuesten a un verdadero desarrollo social, más allá del modelo exportador de comienzos del siglo XX, que en buena medida sigue vigente.
*Profesora titular y directora Maestría en Política Social, Universidad Javeriana cahumada@javeriana.edu.co
Tomado de semana.com.co
A juzgar por las medidas que imponen las autoridades económicas mundiales a ambos lados del Atlántico, no parece haber salida en el corto plazo.
En contra de los dictámenes iniciales de las agencias calificadoras de riesgo, tan desacreditadas en estos días, y a pesar del optimismo de instituciones y analistas comprometidos a fondo con el “libre mercado”, los efectos de la crisis global siguen golpeando con cada vez mayor fuerza a los países industrializados. El desborde sin precedentes del endeudamiento de estos países, la fijación del nuevo techo de la deuda estadounidense y su baja de calificación, así como la amenaza de recesión generalizada, son las manifestaciones más recientes y perturbadoras de dicha crisis.
Pero, a juzgar por las medidas que imponen las autoridades económicas mundiales a ambos lados del Atlántico, tendientes a minimizar el gasto público y social, a castigar el empleo y la seguridad social para seguir favoreciendo a los linces de las finanzas, no parece haber salida en el corto plazo. Las repercusiones de la crisis financiera sacuden al resto del orbe, precisamente cuando el hambre y la miseria agobian a un número cada vez mayor de los habitantes del Sur.
Sin embargo, en medio de un panorama tan sombrío, Suramérica avanza con paso firme en su integración política, económica, militar y social y eso es una buena noticia. Sin duda Unasur es la expresión más concreta, en el plano regional, de un proceso de más de una década, marcado por la emergencia y consolidación de los llamados gobiernos progresistas.
Desde su conformación hace tres años por iniciativa del entonces presidente Lula, Unasur ha reivindicado la soberanía y autonomía de la región, en especial frente al dominio secular ejercido por Estados Unidos. Ha defendido el derecho de sus países miembros a desarrollar una política exterior independiente y un modelo de integración propio. De ahí el fracaso del ALCA. Pero también ha insistido en la necesidad de fortalecer el papel económico del Estado, privilegiar la inversión pública y social y ponerle límites al capital extranjero.
Atrás quedó el Consenso de Washington, que se impuso a finales del siglo pasado en toda la región como dogma de fe. Los vientos políticos refrescantes predominan hoy en esta parte del continente, aunque algunos países como Chile, Colombia y hasta hace unos días Perú, insistan en apostarle a la confianza inversionista y al modelo minero exportador como estrategia fundamental de desarrollo.
Aunque su tratado constitutivo solo entró en vigor el pasado mes de marzo, cuando fue aprobado por la mayor parte de sus doce países miembros, Unasur ya cuenta con algunos logros políticos importantes. Enfrentó con éxito episodios graves, como el connato de rebelión en Bolivia en 2008 contra el gobierno de Evo Morales, el intento de golpe en Ecuador en 2010 y la grave crisis política y diplomática entre los gobiernos de Colombia y Venezuela, en el mismo año.
Por ello, en un marco económico internacional tan convulsionado, los recientes eventos de Unasur han despertado el mayor interés. El pasado 28 de julio, con ocasión de la posesión de Ollanta Humala, se reunieron en Lima los mandatarios suramericanos y se pusieron de acuerdo en algunos criterios para enfrentar el impacto de la crisis de los países desarrollados. A pesar de las diferencias políticas de fondo que existen entre ellos, en la reunión se reafirmó la importancia de fortalecer el proyecto de integración y de buscar soluciones de conjunto para toda la región.
Pocos días después, el 5 de agosto, se realizó una nueva reunión en Lima, esta vez de los ministros de economía y finanzas y se avanzó en la discusión de propuestas diversas. Se planteó la posibilidad de abandonar el dólar como moneda de reserva, por el riesgo que implica para las reservas de la región, que suman más de 700 mil millones de dólares, lo que convierte a América Latina y el Caribe en el segundo tenedor de activos en dólares del Tesoro estadounidense después de China.
A pesar de la diversificación económica y comercial que se ha incrementado en la última década, Estados Unidos sigue siendo el principal socio de la región. Por ello, se viene insistiendo también de la necesidad de fortalecer el intercambio regional y de afrontar decididamente los retos de la pobreza, en una región catalogada como la de peor distribución del ingreso en el mundo.
En la reunión de ministros se propuso igualmente crear un fondo propio regional y hacer realidad al llamado Banco del Sur. Se cuestionó también la autonomía de los bancos centrales, considerada uno de los preceptos centrales del dogma neoliberal.
“América del Sur está reaccionando y respondiendo para construir nuestra fortaleza económica. Es un gran bloque que sabe ya defender sus intereses”, señaló Nicolás Maduro, canciller venezolano después de la reunión de ministros de Quito.
No obstante, el desafío más grande de los países de Unasur sigue siendo la superación de la pobreza y la desigualdad social. Los logros de países como Venezuela y Brasil han sido importantes en este sentido, pero no suficientes. Por ello, es necesario avanzar en los proyectos conjuntos que le apuesten a un verdadero desarrollo social, más allá del modelo exportador de comienzos del siglo XX, que en buena medida sigue vigente.
*Profesora titular y directora Maestría en Política Social, Universidad Javeriana cahumada@javeriana.edu.co
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