14 de septiembre de 2009

Los trabajadores de la mafia

José Luciano Sanín Vásquez

Director Escuela Nacional Sindical

En nuestro país, y en especial en Medellín, hemos podido empezar a descubrir los impactos en la vida política, social y económica que producen las mafias del narcotráfico y de la delincuencia organizada. Es más, hemos logrado entender en parte los valores y prácticas que algunos han denominado como “cultura mafiosa”; sobretodo a partir de las múltiples novelas, películas y entrevistas dedicadas a los personajes más emblemáticos del narcotráfico, muy de moda por estos días. La sociedad colombiana ha visto con horror las formas de degradación que generan y reproducen las diferentes mafias, y poco a poco ha tomado una distancia crítica de un fenómeno que por muchos años pareció natural y hasta socialmente reconocido y aceptado.

Creeremos los optimistas que por fin nuestra sociedad se dirige a construir un dique ético a la ilegalidad, a las mafias que corroen la democracia, la economía y el tejido social. Sin embargo, recientemente en Medellín los ciudadanos se asombran de estar viviendo de nuevo la historia de hace veinte años; creían muchos que la época de las mafias y la criminalidad había sido superada, en parte por el deseo inmenso de salir del horror, y en parte por las victorias que se publicitaron y generaron una no sostenible sensación de superación del pasado; y en todo caso, porque los progresos del Estado en su combate a la mafia no llegaron a tocar el entramado económico y político de ésta.

Pero tal vez lo que todavía no se conoce a profundidad, y por tanto no se le da relevancia, es que las mafias construyen una economía, y con ella unas relaciones laborales signadas por la sujeción violenta de los trabajadores a sus “patrones”.

De los trabajadores de la mafia nadie habla. Y no estoy señalando aquí a quienes pertenecen a los ejércitos de sicarios y se articulan a las redes criminales y violentas de la mafia. Me refiero al joven, al señor o la señora que realiza un trabajo legal para la mafia. Cuántos albañiles, conductores, arquitectos, médicos, porteros, han sido asesinados por su “patrón” para no dejar testigos; cuántos trabajadores del transporte, las apuestas, el comercio, la seguridad privada, el agro, han sido amenazados o asesinados por reclamar sus derechos al “patrón”; cuántos sindicatos no pudieron surgir porque así lo decidió el “patrón”. De esta realidad: las relaciones laborales con la mafia, no tenemos sus dimensiones y mucho menos sus características, y el Estado se comporta como si este tema no existiera.

Tal vez una manera más fácil de acercarnos a esta realidad sea leer la de otras latitudes. Hace pocos meses se empezó a vender una novela del escritor y periodista napolitano Roberto Sabiano, llamada “Gomorra”, donde se develan los amplísimos tentáculos de la “Camorra” (nombre de los grupos de la mafia en la ciudad de Nápoles, Italia), y tal vez lo más interesante: las estrategias de ésta para generar toda una economía globalizada basada en el crimen, en la que los trabajadores, en pleno siglo XXI, viven formas de sujeción cercanas a la esclavitud.

Estoy seguro de que si en Medellín se leyera masivamente esta novela, podríamos empezar a reconocer colectivamente las redes invisibles que sofocan nuestra ciudad, y de pronto nos preocuparíamos por enfrentar nuestra realidad, que parece calcada de la de Nápoles.

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