7 de mayo de 2011

50 años de historia de la CGT

Crónica periodística de la Agencia de Noticias de la ENS

La Confederación General del Trabajo, CGT, se crea formalmente en 1971 en Medellín, y en fecha emblemática: 1º de mayo. Pero para que eso haya ocurrido, mucha agua tuvo que pasar primero bajo el puente, como dice el refrán. Hay que remitirse al congreso ordinario que la Unión de Trabajadores de Colombia, UTC, celebró en 1961, donde surgió el grupo disidente que conformará el núcleo que diez años después fundará la CGT. Así que vayamos a la prehistoria:

En 1961 la UTC era una central sindical caracterizada por su cercanía ideológica y orgánica al Partido Conservador, que en esta época compartía el poder con el Partido Liberal, en un acuerdo que ambos partidos habían montado tres años atrás para alternarse el poder durante 16 años, dejando por fuera a las demás fuerzas políticas y sociales del país. En mayo de aquel año la UTC cumplía 15 años de existencia, y los celebró en el Congreso Nacional que realizó en Barranquilla, donde —caprichos de la historia— afloraron de manera abrupta las contradicciones políticas que se venían cocinando en su interior.

En efecto, ocurría que la UTC para ese momento ya no era homogénea en ese pensamiento ideológico. Y eso se correspondía con los cambios que estaban sucediendo en Colombia y el mundo, empezando por el influjo tremendo que sobre el movimiento político de izquierda y el sindicalismo estaba teniendo la triunfante revolución en Cuba, en el marco de un momento álgido en la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Hacía apenas dos semanas había ocurrido la invasión de Bahía Cochinos, en Cuba. Al día siguiente de derrotada la invasión Fidel Castro proclamó la revolución cubana como comunista y antiimperialista, y eso desde luego tenía caliente el debate político en toda América Latina.

En la UTC había voces disidentes que cuestionaban el modelo sindical y la identidad que la central tenía con el Partido Conservador, lo mismo que la influencia de la iglesia a través de la sección de los trabajadores católicos, la Setrac, en la que, dicen, los temas sindicales se discutían con el Santísimo expuesto. El sacerdote Vicente Andrade Valderrama era el alfil más visible en esa cruzada, designado por el episcopado para orientar la acción pastoral con los trabajadores.

En el congreso de Barranquilla esas voces disidentes se expresaron. La chispa que encendió la mecha fue la negativa de la presidencia del Congreso a permitir que hablara Emilio Máspero, sindicalista metalúrgico argentino, secretario general de la CLAT, quien llegó invitado por el grupo disidente, en su mayoría conformado por líderes de la Utran, que era la federación de la UTC en Antioquia. Este grupo lo encabezaba Heliodoro Agudelo, quien ya previamente había pedido que la UTC se desafiliara de la CIOLS-ORIT, confederación internacional con la que estaba alineada, y que en su lugar se afiliara a la Central Latinoamericana de Trabajadores, CLAT, que era una confederación para nada confesional ni afecta al sindicalismo norteamericano, fundada en Santiago de Chile en 1954 con una vocación latinoamericanista. Rechazaba cualquier dominación imperialista, de cualquiera de los dos bloques de poder en que estaba dividido el mundo.

Aquel congreso terminó pues escindido, y lo que siguió fue lo esperado: la expulsión oficial del grupo disidente.

Nace ASA

A su regreso a Antioquia, los expulsados de la UTC crearon la Acción Sindical de Antioquia (ASA), organización que pasó a hacer parte del sindicalismo independiente, es decir, no alineado con ninguna central sindical, que estaba en pleno auge en aquella década.

Una de las primeras acciones de ASA fue su alineación internacional con la CLAT. Adicionalmente establecieron contacto con líderes disidentes de la UTC en otros departamentos del país, con la idea de crear organizaciones similares en cada región. Nacieron entonces asociaciones sindicales en Tolima, Nariño, Meta, Atlántico, Cundinamarca, Cauca y Bogotá.

Durante el primer lustro de los años 60, la ASA va construyendo una propuesta ideológica y política. “Que se inspiraba en el cristianismo y se apoyaba en el marxismo como método de análisis científico, en el materialismo histórico como instrumento válido para el análisis de la sociedad, y en la lucha de clases como el motor del avance revolucionario. Pero no tenía la idea de la dictadura del proletariado, porque la democracia está por encima del concepto de dictadura, cualquiera ésta sea”, dice hoy Víctor Baena, uno de los líderes de ASA en aquellos años, quien como maestro de escuela era presidente del sindicato de Adida en Antioquia, miembro fundador de ASA.

Y era una propuesta que, como se dijo, se construía en un país con democracia restringida y una enorme desigualdad social, con el costo de vida por las nubes, que era la mayor queja; un país en plena descomposición campesina como consecuencia de la violencia política y la pobreza en los campos, desde donde la gente emigraba aceleradamente a la ciudad, y donde la industria instalada no estaba en capacidad de absorber toda la mano de obra que llegaba. Entonces ya cabalgaba el desempleo y la precariedad laboral sobre la población, y con ellos la protesta social y la movilización sindical; sin que el Estado ofreciera soluciones de fondo, distintas a la represión. Nunca se podrá olvidar, por ejemplo, que el 23 de febrero de 1963, soldados del ejército colombiano descargaron sus armas contra los huelguistas de Cementos El Cairo, en Santa Bárbara, Antioquia, con saldo de 13 muertos y muchos heridos, hombres, mujeres y niños.

En este contexto, el movimiento sindical crece, se radicaliza y toma nuevas expresiones. Ya no están solas la CTC y la UTC, centrales obreras afectas desde sus inicios a los partidos tradicionales. Ahora también está la Confederación Sindical de Trabajadores Colombianos, CSTC, surgida de una disidencia de la CTC, que estaba en la línea del Partido Comunista, proscrito de la vida política del país. Y estaba el sindicalismo independiente, que era ya fuerte, lideraba las luchas sindicales y la protesta social de entonces.

Y es la década de la eclosión de los dos grupos guerrilleros que hoy, medio siglo después, todavía subsisten: las FARC y el ELN. Surge la figura carismática de Camilo Torres, un sacerdote en quien buena parte de la izquierda de entonces, tan dispersa como ansiosa, tenía puestas sus esperanzas. A la propuesta de Camilo se aproximó gente de la intelectualidad, del sector universitario, y del sindicalismo. ASA particularmente tenía con Camilo más coincidencias que discrepancias, de ahí que mucha de su militancia fuera afecta a sus ideas.

Y en ese contexto se realiza el encuentro obrero estudiantil campesino, en 1964, para el cual ASA presta sus instalaciones, ubicadas en inmediaciones del cementerio San Pedro, al norte de Medellín. El gran tema de discusión de este encuentro fue, nada más y nada menos, si la lucha armada era una opción política para la izquierda colombiana, que era una propuesta que venía ganando fuerza en el movimiento que lideraba Camilo Torres, el Frente Unido.

“En aquel encuentro ASA se apartó de esa discusión —recuerda Víctor Baena—. Entendíamos que no había condiciones objetivas para la lucha armada, que era un suicidio político. Era una alternativa que no se sostenía sobre una base política y social suficientemente desarrollada”.

Meses después Camilo Torres disolverá su Frente Unido y cogerá el camino de la lucha armada; un camino que ni siquiera pudo empezar: lo mataron en su primer combate en las filas del recién formado Ejército de Liberación Nacional.

Nace Asicol

En 1965 se da el proceso de unidad de las distintas asociaciones sindicales del país, que conformaron la que se llamó Acción Sindical Colombiana, Asicol, el preludio de lo que seis años más tarde será la CGT.

Asicol es simplemente una coordinación política, no es una organización con personería jurídica. A ella pertenecen sindicatos importantes como la Federación Nacional de Trabajadores al Servicio del Estado (Fenaltrase), las filiales que en varios departamentos tenía la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), la Federación Colombiana de Vendedores Ambulantes, la Acción Campesina Colombiana (ACC), Sindicato Nacional de Caminos Vecinales con todas sus subdirectivas, Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional, ASA, Asicun, Asival, Asinort, Asitol, Asitlan, Asical, Asinar, Asimeta. Y empieza a hacer gestión gremial con trabajadores no organizados, pues la idea es que sea una asociación amplia, donde quepan trabajadores de todo oficio y condición. Organizaron trabajadores del transporte en Bogotá, a los areneros de Cartago, e incluso de cooperativas y juntas de de acción comunal. En total Asicol arrancó con unos 20 mil afiliados.

Una de las primeras decisiones fue la creación del Instituto Nacional de Estudios Sociales, INES, fundación de derecho privado sin ánimo de lucro, con autonomía política y administrativa, que nacía con el objetivo de capacitar a los trabajadores en sindicalismo y formar cuadros directivos. Impartía enseñanza sobre mecánica sindical, presentación de pliegos, financiamiento y administración de sindicatos; pero también formaba en estrategia y táctica política, y análisis de coyuntura. Esto porque el sindicalismo debía saber interpretar la cambiante realidad del país y discutir sus problemas, que en aquel momento tenían que ver con la reforma constitucional que impulsó el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, que creó la figura de la “emergencia económica” y mantuvo vigente el estado de sitio. La emergencia sirvió tomar medias que el movimiento sindical calificó de impopulares y lesivas para los trabajadores, y el estado de sitio para aplacar la protesta social que estas medidas levantaron.

Como hitos de la lucha en aquella década, se recuerda la huelga del magisterio en 1967, en la que todos los dirigentes de la ASA terminaron en la cárcel La Ladera. La llamada Marcha del Proletariado, que se hizo desde Medellín hasta Bogotá y a la que también se sumaron la CSTC y algunos bloques sindicales independientes.

“Había empatía de ASA con la CSTC, que presidía Pastor Pérez. Incluso en un momento se habló de una posible unión, pero hubo razones políticas que lo impidieron”, recuerda Víctor Baena, quien en 1968 es nombrado coordinador nacional de Asicol, en reemplazo de Heliodoro Agudelo.

Heliodoro Agudelo fue el líder indiscutido de todo el proceso, su inspirador y precursor. Estaba en ASA en su condición de presidente del Sindicato de Trabajadores del Seguro Social en Antioquia. Como orador de tribuna lograba establecer tal comunión con el público, que algunos compararon su oratoria con la de Jorge Eliecer Gaitán. “Era un líder que actuaba con franqueza y transparencia, respetuoso de la gente, un hombre de principios”, dice de él Víctor Baena. Se jubiló en los años 80, pero siguió siendo un referente del movimiento sindical. Aún vive en Medellín.

Entre los otros nombres que llenaron esta parte de la historia de la CGT, o sea su prehistoria, está el de Jairo Gutiérrez, quien jugó un papel importante en el proceso. Fue secretario de ASA y Asicol desde sus inicios hasta 1971, cuando se funda la CGT, de la cual fue presidente interino durante algunos meses. Están los hermanos Miguel y Ernesto Molano, ambos directores del INES en sus primeros tiempos; Alfonso Sanabria, también vinculado al INES y encargado del tema administrativo y financiero de la organización; Amparo Lopera, manejó el sector cooperativo; Carlos Ancizar Rico y Francisco Verano, quienes manejaron el movimiento campesino, el primero de la ANUC y el segundo de la Acción Campesina Colombiana; Antonio Arias, de Asicun; Adolfo Erazo, representante de los sectores de la costa Atlántica, que será vicepresidente de la CGT cuando ésta se funda.

Nace la CGT

Desde 1970 los dirigentes de las diferentes asociaciones sindicales en las regiones se comprometieron en el proyecto de constituirse en confederación sindical, la cuarta del país. Asicol no tenía reconocimiento jurídico como tal, era una simple coordinación política y organizativa, pero había adquirido el desarrollo suficiente para convertirse en Confederación.

El congreso nacional de fundación se citó para el 30 de abril de 1971 en Medellín, en la sede de ASA. Víctor Baena fue nombrado presidente del congreso y de la naciente organización, que se llamó Confederación General del Trabajo (CGT). Pero como éste tenía asuntos que resolver antes de asumir el cargo, fue desinado como presidente interino Jairo Gutiérrez.

La CGT nace como la suma de las Asincol, que funcionaban en 16 departamentos (el país tenía 21 en esa época), de las cuales hacían parte sindicatos de algunas industrias importantes; del sector de la construcción y el transporte; los maestros agrupados nacionalmente en Fecode; organizaciones campesinas, entre ellas el sector moderado de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, Anuc, poderosa en esos años; sindicatos de la agroindustria; del Estado agrupados en Fenaltrase; de la Universidad Nacional, del Sena, del Seguro Social, entre otros. En total la CGT nació con unos 28 mil afiliados, y con sede principal en Medellín.

Con respecto a los maestros, dice Víctor Baena: “La mayoría de los sindicatos de Fecode, once, fueron fundadores de la CGT, o sea que teníamos los votos para afiliar a Fecode como federación. Los otros votos eran de grupos del Moir y el Partido Comunista. Pero no lo hicimos, con el ánimo de preservar la unidad dentro de Fecode”.

La CGT en su ideario de fundación plantea su compromiso revolucionario y su lucha por el desarrollo del trabajador y su promoción personal y colectiva, la búsqueda de una nueva sociedad no sujeta a la explotación social y a la represión de las libertades; reivindica un socialismo no alineado, ni prosoviético ni prochino; un sindicalismo no vinculado u orientado por un partido político; con una posición latinoamericanista y de rechazo a cualquier tipo de dominación imperialista. Acoge la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los ideales expresados en la carta de las Naciones Unidas. Se ratifica en su pertenencia internacional y la Central Latinoamericana de Trabajadores, CLAT, y a la Confederación Mundial del Trabajo (CMT).

Pero no fue un parto fácil, porque desde el comienzo no sólo va a tener en contra al establecimiento, que perseguía y castigaba a todo sindicalismo insumiso, sino también a las centrales sindicales históricas, especialmente a la UTC, que en ese momento compartía las mieles del poder con el Partido Conservador, de cuyo directorio nacional hacía parte Tulio Cuevas, presidente de esta confederación. Ésta se oponía a que le dieran reconocimiento jurídico a la CGT con el argumento de que era una confederación muy pequeña y no convenía dividir el movimiento sindical. Así que la sentencia: no hay cuña que más apriete que la del propio palo, se estaba cumpliendo al pie de la letra, al fin de cuentas la CGT había nacido de la entraña de la UTC.

Clara muestra de la persecución contra la CGT, fue el encarcelamiento de Víctor Baena, su presidente, detenido dentro de las normas del Estado de Sitio y bajo el cargo de colaborador de la red urbana del ELN. “Sin ninguna prueba me sometieron a consejo verbal de guerra —recuerda Baena— y en esas estuve 4 meses, de junio a octubre de 1971. Me liberaron por la presión y la solidaridad nacional e internacional, en la que la CLAT jugó un papel importante”. Precisamente aquel año el Gobierno prohibió un congreso que la CLAT iba a celebrar en Bogotá, al que calificó de subversivo.

Durante los cuatro años de gobierno Pastrana Borrero y el primer año del gobierno López Michelsen, que lo sucedió, la CGT no va a tener personería jurídica. Y eso representó una gran dificultad. Funcionó con las cuentas bancarias del INES o de las federaciones regionales, y el apoyo financiero lo tuvo en las organizaciones cooperativas filiales de la CGT.

En 1972 la CGT trasladó su sede a Bogotá, a la calle 16 Nº 16A-25, un sector con un marcado deterioro urbano y hasta peligroso para los transeúntes. Y desde allí le tocó ganarse su lugar dentro del movimiento sindical y abrirse espacios a codazos; desde allí apoyó e impulsó las huelgas de los sectores petrolero, cementero, bancario, azucarero, de la salud, textil, magisterio, que en esos años libraron batallas por los derechos laborales y contra la represión y las restricciones de la libertad de asociación.

En parte por el talante más abierto del gobierno liberal de López Michelsen (1974-1978), pero sobre todo por la importancia de los sindicatos de la CGT, de la presión que éstos ya imponían, el 14 de julio de 1975 se le concede personería jurídica, con la firma de la Ministra de Trabajo, María Elena de Crovo. Otro hecho importante en estos años es la desafiliación de Fenaltrase, federación del sector estatal, que a instancias de su Secretario General, Angelino Garzón, se pasó para la CSTC.

En el ojo del huracán

En mayo de 1977, tras la realización de la marcha del Día del Trabajo, la CGT y la CSTC presentaron un pliego de peticiones al Gobierno Nacional, en el que, entre otras demandas, reclamaban alza general de salarios, jornada laboral de 8 horas, congelación de precios de la canasta básica, derogatoria del estatuto docente, levantamiento del Estado de Sitio, desmilitarización de las universidades, abolición de normas contrarias a la libertad sindical, entrega de predios a los campesinos por parte del Incora, y abolición de la reforma del Seguro Social. Pero el Gobierno ni siquiera les respondió, desplante al que ambas centrales reaccionaron convocando a un paro nacional de protesta.

Entre tanto la UTC y la CTC, que también por separado habían presentado un pliego conjunto, esperaban que el Gobierno contestara. Pero la respuesta del gobierno no sólo fue displicente sino también insatisfactoria. No hay que olvidar que ya se había acabado el Frente Nacional, y los partidos liberal y conservador estaban en fuerte puja y a pocos meses de las elecciones presidenciales. O sea que un apoyo a una movilización contra el gobierno liberal resultaba funcional a los intereses del Partido Conservador. En ese contexto la UTC, la central más grande e influente, llama a sus sindicatos al paro nacional, que quedó fijado para el 14 de septiembre. La CTC, en ese momento duramente golpeada y resentida por el asesinato de su líder José Raquel Mercado, ocurrida un año atrás a manos del M-19, también se sumó al paro.

Se conformó un comité operativo del paro con los presidentes de las cuatro centrales sindicales convocantes: Tulio Cuevas por la UTC, Manuel Felipe Hurtado por la CTC, Pastor Pérez por la CSTC, y Víctor Baena por la CGT. Este evento puso a ésta en igualdad de condiciones con las otras confederaciones, incidiendo fuertemente en la orientación del paro nacional, es decir, por primera vez en el ojo del huracán.

Sobre ese suceso Víctor Baena recuerda:

“Para preparar el paro del 14 de septiembre de 1977 montamos una infraestructura de trabajo clandestino excepcional, casi que clandestina porque había mucha vigilancia y seguimiento. Yo por ejemplo varias veces me disfracé de taxista, manejaba un taxi para poderme mover por la ciudad. Fue una experiencia muy importante para la CGT participar en la dirección, orientación y organización de ese paro. Estar en el comité del paro con las otras centrales sindicales, nos dio la oportunidad de hablar en un congreso de la UTC, y dirigirnos a las bases de la CTC. Así pude comprobar que las bases más preparadas políticamente eran las de la CGT y la CSTC, y que ellos no conocían nuestras propuestas ni planteamientos políticos. Por eso los compañeros de la UTC y la CTC que nos escucharon nos decían: estábamos prevenidos porque nos han dicho muchas cosas de ustedes, y el camino es por donde ustedes están diciendo”.

El paro se realizó en casi todo el territorio nacional, y afectó todos los sectores económicos, excepto el de los servicios públicos. Ha sido hasta ahora la mayor movilización sindical en la historia de Colombia. Se calcula que participaron cerca de millón y medio de trabajadores, lo mismo que organizaciones de carácter cívico y sectores campesinos. Fue una protesta duramente reprimida, con saldo de muertos y heridos, pero obligó al gobierno a revisar sus políticas.

La mayor figuración y presencia política de la CGT en el movimiento sindical, trae como consecuencia nuevas incorporaciones. Un hito ocurre en 1981 con la llegada de Utracun (Unión de Trabajadores de Cundinamarca), que tenía más de 100 sindicatos filiales. Era la mayor federación regional de la UTC, a la que se desafilió para pasarse a la CGT.

La llegada de Utracun y otras organizaciones obliga a la CGT a reestructurar su estructura de funcionamiento, y a ampliarse administrativamente. Ya funcionaba en su sede del edificio Uconal: calle 12 con carrear 12, en el centro de Bogotá, donde ocupaba dos pisos.

Precisamente fue Efrén Delgado quien interinamente relevó en la presidencia de la CGT a Víctor Baena, cuando éste se retiró en 1982. Esa interinidad duró hasta el congreso de 1983, que nombró presidente a Álvaro Ramírez Pinilla, quien venía de la fusionada Utracun.

“Me vi obligado a dejar la presidencia porque ya en ese cargo había tenido un largo ciclo, y por amenazas contra mi vida —cuenta Víctor Baena—. Amenazas que continuaron incuso cuando ya no estaba en la presidencia. Me enteré de que habían pagado a un sicario por mi asesinato, y en esa época el Estado no daba ningún tipo de protección a los sindicalistas. Así que me tocó asumir una militancia clandestina y fui a refugiarme a una finca del norte de Antioquia, donde terminé criando marranos porque no tenía con qué más vivir. Afortunadamente me fue bien en esa empresa”.

Julio Roberto Gómez llega a la presidencia

En 1987 asume la presidencia de la CGT Julio Roberto Gómez Esguerra, natural de Bogotá, técnico en artes gráficas, quién, a diferencia del presidente anterior, sí era de la entraña de la CGT. Había sido formado desde muy joven como cuadro directivo de la organización, y en tal condición había escalado diferentes cargos.

Llegó a la CGT como integrante del sindicato de base de Tomás de la Rue, multinacional inglesa de transporte de valores e impresión del papel moneda, donde era obrero prensista. Este era un sindicato beligerante, siempre presente en las movilizaciones, y hacía parte de la Asociación Sindical de Cundinamarca (Asicun), una de las organizaciones fundadoras de la CGT en el congreso de Medellín. En ese momento tenía 20 años de edad y era presidente del comité juvenil de este sindicato.

Víctor Baena recuerda que en su condición de presidente de la CGT fue una vez a una asamblea del sindicato de Tomas de la Rue, y allí conoció a Julio Roberto Gómez, un muchacho de cabello largo, a la usanza de la época, quien en esa asamblea mostró sus condiciones de liderazgo y oratoria. De inmediato le dijo al presidente del sindicato que había que enviarlo al INES a que hiciera los cursos de capacitación sindical para formarlo como cuadro directivo. Y en efecto, durante dos años asistió a todos los cursos y empezaron a invitarlo a los eventos que programaba la CGT, e incluso a misiones internacionales.

Por esa vía, en 1974 se integra a las actividades del Comité Ejecutivo, primero como tesorero, después en la dirección del Departamento de Organización, y la Secretaria General, cargo que desempeñaba cuando en el congreso de 1987 la CGT lo elige como su presidente.

¿Sobre qué bases ideológicas asume la presidencia de la CGT? A eso Julio Roberto Gómez responde: “Sobre la base de la declaración de principios que la CGT mantenía vigente desde 1971: solidaridad, carácter humanista, búsqueda de la paz y la democracia, comprometido con la producción nacional y la soberanía, y sobre todo sindicalismo clasista y de masas, porque el desarrollo de las relaciones entre el capital y el trabajo hace que la luchas de clases esté presente en todos los actos de nuestras vidas. Por eso se crea un sindicato: porque hay intereses de clase claramente definidos. Y ese no es invento de los marxistas, ni de los estalinistas, ni de los trotskistas, ni los maoistas. Es la realidad, la dialéctica de la vida. A lo que si no le jalamos es al odio de clases”.

Según Julio Roberto Gómez, en la década de los años 80 la CGT hace un pare en el camino de la confrontación y adopta una línea de la concertación y diálogo social. “Era un elemento de alguna manera nuevo para el movimiento sindical —agrega—, porque veníamos de una escuela de la confrontación. Esa discusión se da fundamentalmente en el Congreso de 1987, y fue clave. A los principios que ya teníamos como ejes de nuestra acción, se agregó el de la concertación social, y eso nos permitió abrir caminos y campos en muchos lugares”.

En el campo del sindicalismo internacional, la CGT entra a hacer parte, por primera vez, del comité ejecutivo de la Central Latinoamericana de Trabajadores, y más tarde del de la Confederación Mundial del Trabajo (CMT).

A mediados de los años 80, tras cuarenta años de existencia, se desintegra la UTC. Un sector grande de ella se va para la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, confederación creada en 1986 tras un proceso de unidad liderado por Fecode y la CSTC, y que involucró un amplio vector del sindicalismo independiente, algunos sectores de la CTC y de la UTC.

El sector de la disuelta UTC que no se fue para la CUT decide hacer “rancho aparte”, como se dice, y tras un proceso de unidad con el Consejo Nacional de Solidaridad (ala sindical del Moir), conformó la Confederación de Trabajadores Democráticos de Colombia (CTDC), presidida por Mario de J. Valderrama, quinta central sindical del país, pero llamada a tener corta existencia. Tenía la representación de sindicatos importantes como Sindes, Telecom, Caja Agraria, Utradec, Tejidos Rionegro, Cervecería Unión de Medellín, entre otros.

Es también el momento en que, por divergencias políticas, se retira de la CGT un grupo importante de líderes y sindicatos que habían llegado cinco años atrás con la fusión de Utracun. Pero por otro lado se incorporan nuevos sectores, como el gastronómico y hotelero, en cabeza de Sintrahocar, sindicato de industria de vieja data que en su mejor momento llegó a tener 30 mil afiliados; y los sindicatos azucareros de los ingenios San Carlos, Mayagüés, Manuelita, Risaralda, Melendes, La Cabaña.

Una “D” se adiciona al nombre

La década de los años 90 arranca para la CGT con sede propia, la misma que hoy conserva en el barrio Teusaquillo: calle 39 Nº14-58. Allí se instala en 1990.

El país respira los nuevos aires de la Constitución Política de 1991, en cuyo debate participó el movimiento sindical. Pero también respira una fuerte protesta de los trabajadores contra de la Ley 50 y demás reformas legales que restaban derechos laborales y flexibilizaban el contrato de trabajo; y contra los estragos sociales del modelo neoliberal que empezaba a aplicar el gobierno de César Gaviria, bajo la receta y la imposición de los bancos y organismos multilaterales de crédito.

Dentro de su nueva política de diálogo social, la CGT explora caminos de integración con otros sectores del sindicalismo, concretamente con la CTC y con la nueva CTDC. La primera debatió la propuesta y finalmente nada resolvió, en cambio la segunda si la acogió.

Al respecto Julio Roberto Gómez recuerda: “Coincidí con Mario de J. Valderrama en algunas conferencias de la OIT en Ginebra, y allá comenzamos a hablar del tema de la unidad. Con Apecides Alvis, presidente de la CTC, también se trató el tema, pero el entusiasmo duraba apenas unas semanas en Colombia y luego se desvanecía. Con la CTDC si fructificó. Fue la primera vez que fructificó la unidad orgánica de dos confederaciones, y en eso tuvimos el acompañamiento de sectores del Partido Liberal y del Comité de Solidaridad Sindical, como se llamaba la representación política sindical del Moir”.

La unidad entre la CGT y la CTDC se sella en 1992. La mecánica fue hacer por separado congresos de disolución de cada organización, como paso previo para un congreso unitario de fundación. La confederación naciente tiene ya una sigla más larga: CGTD, Confederación General de Trabajadores Democráticos.

Al respeto Julio Roberto Gómez opina: “Se presentó la propuesta de cambio del nombre, ya que se trataba de una nueva organización, y en esa discusión no entramos nosotros. Con tal de no truncar el proceso de unidad, no le pusimos objeción al cambio de nombre. Me parecía, sí, redundante lo de Democráticos. Es un sobrenombre, porque se supone que una organización de trabajadores por sí misma es democrática”.

La nueva sigla perdurará hasta el VII congreso de 2004, en Cartagena, que decidirá volver al nombre original: CGT.

La fusión de las dos organizaciones suponía la suma de los 350 sindicatos de la CGT con los cerca de 200 de la CTDC. Pasó a ser, después de la CUT, la segunda central sindical en membrecía, número de organizaciones filiales y sectores representados. Aglutinaba sindicatos de muchos sectores: bancario, azucarero, textil, floricultor (más de 15 mil afiliados), químico farmacéutico, comunicaciones, sector público, minero, agroindustrial, comercio, hotelero, cajas de compensación, gremios campesinos y de la economía informal, entre otros.

Como fórmula para resolver el tema del liderazgo, se decide que la CGTD tenga un Comité Ejecutivo conformado por 30 miembros: 15 de una organización y 15 de la otra.
También que Mario de J. Valderrama asuma la presidencia y Julio Roberto Gómez la secretaría general. Con la salvedad de que la representación legal de la confederación la tenga este último, no en el presidente. El Ministerio del Trabajo protestó tal decisión aduciendo que el Código Sustantivo del Trabajo ordena que toda confederación tenga como representante legal al presidente. Pero al final prevaleció el artículo primero del Convenio 87 de la OIT, que dice que tanto las organizaciones de empleadores como de trabajadores se dan la estructura que más se ajuste a sus conveniencias; y la estructura que en ese momento mejor se ajustaba a la conveniencia de la CGTD era ese híbrido extraño en el que el segundo en rango, y no el presidente, tenía la representación legal, es decir, el poder real.

“La verdad es que no hubo contradicciones serias entre Mario de Jota Valderrama y mi persona por esa situación, ambos entendimos bien nuestros roles —recuerda Julio Roberto Gómez—. Las contradicciones fueron con los compañeros del grupo del Moir, que querían que el Comité Ejecutivo de la CGT, en la que ellos tenían 5 miembros, siguiera la agenda política del Moir, que fuera una especie de correa de transmisión de este partido, y eso nunca lo aceptamos en la Confederación. En el fondo querían tener una confederación a su servicio, lo cual en sí mismo no es malo, pero si fueran ellos quienes la hubieran creado, no llegar a tomarse una organización que ya existe”.

En el Congreso realizado en Bogotá en 1996, se hace evidente el difícil momento de las relaciones con el grupo del Moir, que llegó dividido en dos bandos, cada uno reclamando la representación en el Comité Ejecutivo. Tal contradicción terminará resolviéndose con la salida de este grupo de la confederación, con lo cual también se fueron sindicatos importantes como Sindes y algunos del sector bancario, como ACEB, fueron expulsados por caer en conductas patronales.

Otro logro de la CGT en esta época, en el campo internacional, es ejercer la presidencia de la Confederación Mundial del Trabajo (CMT).

“Es el tiempo de la gente”, se llamaba el slogan de gobierno del presidente Ernesto Samper, que para 1995 ya estaba metido hasta el cuello en el escándalo de la entrada de dineros del narcotráfico a su campaña, y la justicia arrancaba el Proceso 8000. Con este Gobierno las centrales sindicales CUT, CTC y CNP (pensionados), firmaron este año un pacto social que se llamó Acuerdo de productividad, precios y salarios. La CGDT se negó a firmarlo, por las razones que explica Julio Roberto Gómez:

“Porque eso en la práctica significaba la liquidación del sindicalismo. Era aceptar que el desarrollo del salario de los trabajadores estuviera ligado solamente a la productividad y a una política de control de precios. Era un pacto concebido para reafirmar el modelo neoliberal. Se vino entonces una etapa difícil para nuestra Confederación. Hay una especie de campana neumática, de desconocimiento, de invisibilizarnos”.

En 1996, en el marco de la recién creada Comisión Permanente de Concertación de Políticas Laborales, en la que hacen presencia el gobierno, los empresarios y los sindicatos (desarrollo de la Constitución del 91), la CUT y la CTC reconocen el fracaso de tal pacto social, y firman su disolución. Los hechos terminaron dándole la razón a la CGTD.

En enero de 1997 el movimiento sindical vuelve a realizar acciones conjuntas, y las tres centrales presentan pliego al Gobierno Samper, cuyo incumplimiento llevó al paro nacional estatal del 11 al 18 de febrero, en el que también participan otros sectores distintos al estatal. Hubo movilizaciones gigantescas, principalmente en Bogotá. Culminó en una negociación y la firma de un acuerdo entre las centrales sindicales y el Gobierno Nacional. Otro resultado positivo de esta lucha conjunta fue la conformación del Comando Nacional Unitario, concebido como un frente de acción amplio con otros sectores políticos.

Pastrana contra cuatro “gatos”

Recién posicionado como presidente de Colombia, Andrés Pastrana pronunció una frase desafortunada. Dijo que el movimiento sindical eran apenas cuatro gatos, como una manera de descalificarlo y no sentarse a negociar sus demandas, o por lo menos a atenderlas. Estas demandas estaban contenidas en el pliego de peticiones que le presentaron las centrales sindicales con temas como la no privatización de las empresas del Estado (Telecom, Caja Agraria, ISS), el estatuto docente y la carrera administrativa.

“Pues bien, los cuatro gatos le convocamos un paro estatal —recuerda Julio Roberto Gómez—. Fue el paro más largo de la historia del país, del 7 al 27 de octubre. Pararon municipios, departamentos, la justicia, el magisterio, Ecopetrol, la guardia penitenciaria… Fue muy bravo, incluyó 11 movilizaciones nacionales a la Plaza de Bolívar, y al presidente Pastrana le tocó sentarse a negociar con los cuatro gatos en el despacho de la Conferencia Episcopal”.

Los logros del paro fueron, entre otros: suspensión de las privatizaciones en Telecom, en el Seguro Social, Ecopetrol, Caja Agraria y Adpostal; negociación del aumento salarial anual en el seno de la Comisión de Concertación Laboral; ninguna represalia contra los trabajadores que participaron en el paro; inyección de recursos a la salud y a la educación. El saldo luctuoso fue el asesinato de Jorge Ortega, vicepresidente de la CUT, y de otros directivos sindicales de las regiones a manos del paramilitarismo, éste ya organizado en las Autodefensas Unidas de Colombia, el “Frankenstein” que estaba amamantando el país en esa segunda mitad de la década de los años 90.

CGT siglo XXI

Según Julio Roberto Gómez, la última década, la que arranca con las luces de fiesta del cambio de milenio, es el tiempo de la consolidación y crecimiento de la CGT, que gana presencia en sectores nuevos del poder público: la guardia penitenciaria, los organismos de control (procuradurías, personerías, contralorías), municipios, licoreras, sector de la salud; en la industria minera (Cerromatoso); en la agroindustria de la palma, el bananero y las flores, entre otros.

Continuó en la línea que se había trazado desde su fundación: la vinculación de trabajadores de sectores no tradicionales para el sindicalismo, como la Federación Nacional de Artesanos; asociaciones de pensionados, algunos cabildos o pueblos indígenas, federación agrarias y la federación de acciones comunales.

Y continuó en la línea de la integración con el sindicalismo internacional y de visibilidad en la OIT. Julio Roberto Gómez, desde el año en que fue nombrado Secretario General de la CGT, o sea desde hace 1987, no ha dejado de ir uno solo año a la conferencia de la OIT. En el año 2004, en representación de la CGT y el sindicalismo colombiano, fue elegido como representante trabajador titular del Consejo de Administración de la OIT. Fue la primera vez que un trabajador colombiano llega a esta distinción. Antes habían accedido en condición de suplentes.

“El hecho de que hayamos sido capaces de romper el viejo síndrome de división del sindicalismo internacional, y que en el 2006 le hayamos dado vida a la Confederación Sindical Internacional, y dos años después a la Confederación Sindical de las Américas, organización ésta que representa más de 50 millones de trabajadores desde Argentina hasta Canadá, no es un registro de poca monta”, afirma Julio Roberto Gómez. A lo que se suma el haber accedido más recientemente a la vicepresidencia de la CSI, lo que habla del papel internacional que juega hoy la CGT.

Y en cuanto a la misión de toda organización sindical, cual es la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, la defensa de la democracia, los derechos laborales y la libertad de asociación, Julio Roberto Gómez dice que las reformas que en este campo se han obtenido por decretos, leyes o fallos de la Corte Constitucional (inscripción automática de sindicatos, calificación de la huelga por los jueces, entre otras), “no llegaron por obra y gracia de la Divina Providencia”, sino que son esencialmente fruto de la lucha y la presión del sindicalismo nacional e internacional; como también lo son las recomendaciones de las misiones de la OIT que han visitado el país, y la agenda laboral que el Gobierno del Presidente Santos se propone discutir ahora para atender las condiciones impuestas por Estados Unidos en el tema del TLC. Y en esa lucha la CGT lleva una buena parte.

Esa es la CGT cuya postura política en los tiempos que corren, resume así su Secretario General:

“La CGT ha asumido una vocería de cara al gobierno y a las distintas instituciones, en la búsqueda de soluciones a los problemas de la clase trabajadora. Por eso es que nosotros estamos trabajando. Reconocemos los aciertos y los yerros de un gobernante cuando hay que reconocerlos. No hay duda de que este país era distinto en el año 2002 y lo que es en el año 2010. Horrible el tema de derechos humanos, muy feo el tema de los falsos positivos, las chuzadas telefónicas, cosas que no debieron haber ocurrido. Pero también hubo movilizaciones para salirse al paso a las pescas milagrosas y a los abusos de los grupos irregulares. Hoy lo que cuenta es con qué tipo de elementos podemos apuntar hacia la construcción de un nuevo país, y la CGT va en su IX Congreso a reafirmar su política, no como una central obrera sino como una confederación del trabajo. En ese sentido el Congreso será la expresión de la multivariedad que es hoy la CGT, una organización que aglutine a todos los sectores de la clase trabajadora, del sector público, del sector privado, profesionales, de la economía informal, afrodescendientes, campesinos, indígenas”.

Esa es la CGT que la última semana de abril de 2011 celebrará su IX Congreso y sus primeros 40 años de existencia, congreso que se celebra en una coyuntura especial, tanto que, como no ocurría hacía muchos años, un presidente de la república, Juan Manuel Santos en este caso, asistirá como invitado a la ceremonia de instalación de un congreso sindical.

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