No es usual que sectores de la producción tan típicamente masculinos como el minero y el ferroviario contraten mujeres, y menos que éstas accedan a cargos directivos en los sindicatos. Rubiana Ibarra Alvarado es una excepción que confirma esta regla. Hasta hace dos meses fue operaria en los talleres de Fenoco, empresa que hace el mantenimiento de la línea férrea que transporta hasta Santa Marta el carbón de la Drummond y otras carboníferas del departamento del Cesar, donde era la única mujer entre 499 operarios hombres.
En la actualidad Rubiana es la secretaria de la directiva nacional de Sintraime (sindicato de la industria minera), y hasta hace dos meses fue operaria en los talleres de Fenoco, empresa en la que la Drummond tiene el 41% de las acciones y se encarga del mantenimiento de la línea férrea entre Chiriguaná y el puerto de Santa Marta, por la cual se transporta el carbón de la Drummond, Proveco y dos pequeñas carboníferas más que explotan minas en el departamento del Cesar.
Y era una operaria que no pasaba desapercibida, no sólo por ser la única mujer entre 499 operarios hombres, sino por su compromiso decidido con la causa sindical. Y decimos era, porque en septiembre pasado, junto con 17 trabajadores más, la mitad de ellos directivos del sindicato, fue despedida por haber liderado la huelga que entre abril y marzo de este año paralizó a Fenoco e impidió que el carbón de Drummond llegara al puerto de Santa Marta; huelga que la justicia colombiana declaró ilegal.
Hoy Rubiana está a la espera de que esa misma justicia le resuelva el recurso de apelación que interpuso. Entre tanto, recorre el país para exponer los problemas de su sindicato y solicitar solidaridad. Durante su visita a Medellín nos contó la historia de su lucha, que es a la vez una clara muestra del clima hostil que existe en Colombia para el ejercicio sindical, especialmente por parte de las multinacionales del sector minero.
Itinerario de una lucha sindical
Rubiana, de 31 años de edad y madre de un hijo de 13, comenzó su vida laboral en el 2005, cuando realizó en Fenoco sus prácticas académicas del Sena, donde se preparó como técnica soldadora. Una vez graduada, Fenoco la vinculó como empleada de planta, con tareas que en el escalafón de la empresa correspondían a las de oficial, pero con salario de ayudante. Fue este trato discriminatorio lo que le llevó a descubrir su alma de sindicalista, al igual que la mala remuneración que reciben los obreros en un oficio considerado como de los más pesados de la actividad carbonífera, cual es el mantenimiento de la vía férrea, en la que les toca cargar traviesas de concreto y acero bajo el sol caminante de la Costa Atlántica.
En efecto, fue una de las promotoras del sindicato que, junto con 26 trabajadores más, se creó en Fenoco en noviembre de 2008, y que ese mismo día presentó pliego de peticiones. La empresa se negó a negociarlo alegando que el sindicato no era representativo, argumento que no pudo seguir manteniendo porque a los pocos días la totalidad de los trabajadores: 499, ya hacían parte del sindicato. Entonces éste entabló querella ante el Ministerio de la Protección Social para obligar a la empresa a negociar el pliego. El Ministerio respondió que no podía interceder, que el ente competente para hacerlo era la justicia laboral.
Entre tanto, como sindicato de empresa se creó, con 25 trabajadores, Sintravifer, que hoy tiene cerca de 90 afiliados. Con este sindicato la empresa firmó una convención colectiva a tres años.
Ante esta nueva situación, Sintraime citó a asamblea para votar la huelga y así presionar a la empresa a negociar el pliego. La votaron el 23 de marzo, aprovechando que toda la industria minera del Cesar hizo un paro de dos días para protestar por un accidente ocurrido en la Drummond, donde murió un trabajador.
El 3 de abril, cuando ya iban 11 días de huelga, el SMAD de la policía arremetió contra los huelguistas que bloqueaban la línea férrea en Bosconia, con saldo de varios trabajadores aporreados, heridos y gente asfixiada con gases. Asimismo, la empresa promovió en Santa Marta una marcha contra la huelga, en la cual participaron los empleados del área administrativa de la Drummond. Estas acciones, sin embargo, no lograron quebrar la voluntad de los huelguistas.
Hasta el 19 de abril, cuando se produjo una segunda arremetida del SMAD y del ejército, que desalojaron los trabajadores de la línea férrea, y esta vez con toque de queda y la detención de José Orozco, presidente del sindicato, a quien acusaron de varios delitos. Ese día Rubiana también se vio a punto de ser detenida, cuando los policías buscaron, casa por casa, a los demás directivos sindicales. “Rompieron puertas y ventanas, atropellaron las personas sin orden judicial, dañaron las motos de compañeros y parte de las instalaciones de la empresa. Hubo gente que tuvo que dormir en el monte, de huida, y varios fueron arrestados”, cuenta Rubiana.
En vista de todo esto, Sintraime tomó la decisión de levantar la huelga para evitar que los trabajadores siguieran siendo maltratados y perdieran sus empleos. De inmediato la empresa demandó al sindicato por cese ilegal de actividades, demanda que en primera instancia ganó el sindicato, pero que perdió en segunda instancia en la Corte Suprema de Justicia, que el 15 de junio declaró la huelga ilegal. Con esta providencia en la mano, Fenoco procedió a despedir a 18 sindicalistas, 8 de de la junta directiva, entre ellos Rubiana, hecho que quedó en firme el 17 de septiembre.
De soldadora a vendedora de ropa
Tras ser despedida de Fenoco, el cambio en la vida de Rubiana no pudo ser más drástico: con el dinero que le dieron de la liquidación se hizo a un plante en el comercio y ahora vende ropa entre sus vecinos y amigos, un oficio menos duro que el de la soldadura pero al que todavía no se ha podido acomodar. “Me gusta más soldar que vender ropa”, afirma.
Lo que si no ha dejado es la actividad sindical en Sintraime, donde se desempeña como secretaría de la directiva nacional. Todas las noches va en su bicicleta a las oficinas del sindicato en Santa Marta y sigue pendiente de la lucha de sus compañeros en Fenoco, que es la misma de siempre porque hasta ahora la empresa no ha atendido las principales demandas sindicales.
Dice que no siente rabia sino desilusión; desilusión de ver cómo Sintraime ha ido perdiendo fuerza porque la empresa ha seguido amenazando a los trabajadores para que se pasen al sindicato de base; y desilusión de ver las enormes dificultades y el riesgo que en este país tiene la actividad sindical, pues se siente amenazada, perseguida como sus demás compañeros. “Me da tristeza no saber a dónde van a llegar nuestros hijos, pues como siga esto así no va a haber colegios ni universidades para ellos, porque aquí el estudio es sólo para los ricos. Y si no hay estudio tampoco hay trabajo”, anota.
Sin embargo, dice que todavía tiene moral para seguir peleando, y confía en que la justicia le dará la razón y entones tendrá que ser reintegrada a su puesto de soldadora en Fenoco.
En la actualidad Rubiana es la secretaria de la directiva nacional de Sintraime (sindicato de la industria minera), y hasta hace dos meses fue operaria en los talleres de Fenoco, empresa en la que la Drummond tiene el 41% de las acciones y se encarga del mantenimiento de la línea férrea entre Chiriguaná y el puerto de Santa Marta, por la cual se transporta el carbón de la Drummond, Proveco y dos pequeñas carboníferas más que explotan minas en el departamento del Cesar.
Y era una operaria que no pasaba desapercibida, no sólo por ser la única mujer entre 499 operarios hombres, sino por su compromiso decidido con la causa sindical. Y decimos era, porque en septiembre pasado, junto con 17 trabajadores más, la mitad de ellos directivos del sindicato, fue despedida por haber liderado la huelga que entre abril y marzo de este año paralizó a Fenoco e impidió que el carbón de Drummond llegara al puerto de Santa Marta; huelga que la justicia colombiana declaró ilegal.
Hoy Rubiana está a la espera de que esa misma justicia le resuelva el recurso de apelación que interpuso. Entre tanto, recorre el país para exponer los problemas de su sindicato y solicitar solidaridad. Durante su visita a Medellín nos contó la historia de su lucha, que es a la vez una clara muestra del clima hostil que existe en Colombia para el ejercicio sindical, especialmente por parte de las multinacionales del sector minero.
Itinerario de una lucha sindical
Rubiana, de 31 años de edad y madre de un hijo de 13, comenzó su vida laboral en el 2005, cuando realizó en Fenoco sus prácticas académicas del Sena, donde se preparó como técnica soldadora. Una vez graduada, Fenoco la vinculó como empleada de planta, con tareas que en el escalafón de la empresa correspondían a las de oficial, pero con salario de ayudante. Fue este trato discriminatorio lo que le llevó a descubrir su alma de sindicalista, al igual que la mala remuneración que reciben los obreros en un oficio considerado como de los más pesados de la actividad carbonífera, cual es el mantenimiento de la vía férrea, en la que les toca cargar traviesas de concreto y acero bajo el sol caminante de la Costa Atlántica.
En efecto, fue una de las promotoras del sindicato que, junto con 26 trabajadores más, se creó en Fenoco en noviembre de 2008, y que ese mismo día presentó pliego de peticiones. La empresa se negó a negociarlo alegando que el sindicato no era representativo, argumento que no pudo seguir manteniendo porque a los pocos días la totalidad de los trabajadores: 499, ya hacían parte del sindicato. Entonces éste entabló querella ante el Ministerio de la Protección Social para obligar a la empresa a negociar el pliego. El Ministerio respondió que no podía interceder, que el ente competente para hacerlo era la justicia laboral.
Entre tanto, como sindicato de empresa se creó, con 25 trabajadores, Sintravifer, que hoy tiene cerca de 90 afiliados. Con este sindicato la empresa firmó una convención colectiva a tres años.
Ante esta nueva situación, Sintraime citó a asamblea para votar la huelga y así presionar a la empresa a negociar el pliego. La votaron el 23 de marzo, aprovechando que toda la industria minera del Cesar hizo un paro de dos días para protestar por un accidente ocurrido en la Drummond, donde murió un trabajador.
El 3 de abril, cuando ya iban 11 días de huelga, el SMAD de la policía arremetió contra los huelguistas que bloqueaban la línea férrea en Bosconia, con saldo de varios trabajadores aporreados, heridos y gente asfixiada con gases. Asimismo, la empresa promovió en Santa Marta una marcha contra la huelga, en la cual participaron los empleados del área administrativa de la Drummond. Estas acciones, sin embargo, no lograron quebrar la voluntad de los huelguistas.
Hasta el 19 de abril, cuando se produjo una segunda arremetida del SMAD y del ejército, que desalojaron los trabajadores de la línea férrea, y esta vez con toque de queda y la detención de José Orozco, presidente del sindicato, a quien acusaron de varios delitos. Ese día Rubiana también se vio a punto de ser detenida, cuando los policías buscaron, casa por casa, a los demás directivos sindicales. “Rompieron puertas y ventanas, atropellaron las personas sin orden judicial, dañaron las motos de compañeros y parte de las instalaciones de la empresa. Hubo gente que tuvo que dormir en el monte, de huida, y varios fueron arrestados”, cuenta Rubiana.
En vista de todo esto, Sintraime tomó la decisión de levantar la huelga para evitar que los trabajadores siguieran siendo maltratados y perdieran sus empleos. De inmediato la empresa demandó al sindicato por cese ilegal de actividades, demanda que en primera instancia ganó el sindicato, pero que perdió en segunda instancia en la Corte Suprema de Justicia, que el 15 de junio declaró la huelga ilegal. Con esta providencia en la mano, Fenoco procedió a despedir a 18 sindicalistas, 8 de de la junta directiva, entre ellos Rubiana, hecho que quedó en firme el 17 de septiembre.
De soldadora a vendedora de ropa
Tras ser despedida de Fenoco, el cambio en la vida de Rubiana no pudo ser más drástico: con el dinero que le dieron de la liquidación se hizo a un plante en el comercio y ahora vende ropa entre sus vecinos y amigos, un oficio menos duro que el de la soldadura pero al que todavía no se ha podido acomodar. “Me gusta más soldar que vender ropa”, afirma.
Lo que si no ha dejado es la actividad sindical en Sintraime, donde se desempeña como secretaría de la directiva nacional. Todas las noches va en su bicicleta a las oficinas del sindicato en Santa Marta y sigue pendiente de la lucha de sus compañeros en Fenoco, que es la misma de siempre porque hasta ahora la empresa no ha atendido las principales demandas sindicales.
Dice que no siente rabia sino desilusión; desilusión de ver cómo Sintraime ha ido perdiendo fuerza porque la empresa ha seguido amenazando a los trabajadores para que se pasen al sindicato de base; y desilusión de ver las enormes dificultades y el riesgo que en este país tiene la actividad sindical, pues se siente amenazada, perseguida como sus demás compañeros. “Me da tristeza no saber a dónde van a llegar nuestros hijos, pues como siga esto así no va a haber colegios ni universidades para ellos, porque aquí el estudio es sólo para los ricos. Y si no hay estudio tampoco hay trabajo”, anota.
Sin embargo, dice que todavía tiene moral para seguir peleando, y confía en que la justicia le dará la razón y entones tendrá que ser reintegrada a su puesto de soldadora en Fenoco.
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