4 de noviembre de 2010

El Polo, cuesta abajo

Por Jaime Vargas Ramírez
Tomado de polog.blogsome.com

“El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. La sentencia pertenece a Lord Acton. No hay duda, desde que existe el poder, existe la corrupción, están ligados entre sí. La corrupción es casi tan vieja como el hombre.

El primer acto de corrupción documentado se remonta al antiguo Egipto durante el reinado de Ramsés IX (1142-1123 a de C.). Pasando por Sumerios, Grecia, Roma, edad media, el colonialismo europeo, hasta nuestros días, siempre ha existido la corrupción. En el siglo veinte gobiernos de izquierdas y derechas fueron presas de la corrupción. No hay formaciones políticas corruptas, la corrupción es independiente de la ideología y puede afectar a todos los partidos por igual. La corrupción política es un fenómeno de carácter mundial, no tiene fronteras, ni épocas, ni ideologías.

De modo pues, que el Polo no está exento del fenómeno. Al contrario, debe permanecer atento y con ojo avizor para liderar la lucha ciudadana contra este cáncer que hoy hace metástasis en la sociedad colombiana y pueda, de paso, diferenciarse de los partidos tradicionales que históricamente nos han mal gobernado y que cada cuatro años muestran más corruptela. Pero además, la lucha contra la corrupción es un principio fundante del PDA, que por estatutos e ideario todo activista del mismo debe ejercer sin cortapisas ni contemplaciones.

Desde el año pasado Gustavo Petro había advertido sobre rumores de corrupción en la contratación en el Distrito Capital y le propuso al Alcalde Samuel Moreno enfrentar el problema, pero nunca obtuvo respuesta del mandatario. Pasada la campaña electoral, Petro retoma el asunto y ante la inoperancia de la comisión de ética del Polo y la falta de control político del Concejo de Bogotá, donde bancada polista y uribista hacen la mayoría, procede a conformar una comisión de seguimiento que, después de una investigación, entregó unas conclusiones a la prensa en días pasados. Una oportunidad de oro para que la dirigencia del Polo hiciera la diferencia y demostrara, con hechos, su compromiso en la lucha contra la corrupción, haciendo eco de las mismas, que en cualquier caso, ciertas o no, redundarían en beneficio para ese partido.

Pero no, la reacción de quienes hoy manejan el Polo ha sido disparatada, por decir lo menos y han sumido al Polo en su más grave crisis. Una torpeza más que los aleja del interés común y del favor de la opinión y de la ciudadanía. ¿Como carajos entender que la agrupación que pretende gobernar a Colombia como un alternativa distinta se comporte igual a las que combate en tema tan álgido? ¿Qué está pasando con quienes decían estar preparados para gobernar?

Tratar de ligar la denuncias de los tres connotados dirigentes del PDA (Petro, Avellaneda y de Roux), con la campaña de desprestigio que adelantó el binomio Uribe-Das, fuera de ser una canallada, trata de encubrir algo que apesta y, configura además, una torpeza monumental que llevará a ese partido por el despeñadero.

Pero esto tiene nombre; la manguala Moir-Anapo-Pcc. Lo primero que hicieron fue copar las instancias directivas del Polo para luego proceder a cambiarle el rumbo. No fueron capaz de condenar a las Farc por la masacre de los diputados del Valle y ante la movilización nacional contra ésta, se acobardaron. Cuando Petro ganó la consulta, dijeron que el uribismo le había metido la mano y le sabotearon la campaña a la presidencia de la República. Ahora cuando la corrupción asoma en el gobierno Distrital, cierran filas apelando a la solidaridad de cuerpo y acusan a los denunciantes de conspiradores contra el partido. Es la misma reacción de Uribe cuando le tocaban sus más altos y corruptos funcionarios.

Hablan de unidad pero le jalan al sectarismo. Quienes se alejan de sus puntos de vista son de derecha, los de izquierda son los que les dan la razón en todo.

El truco, del ahora “inmaculado” oficialismo polista, consiste en echar un discurso radical pero al mismo tiempo tener una práctica distinta. No al neoliberalismo, pero lo están administrando en Bogotá; no a la derecha, pero cogobiernan con ésta en el Distrito; lucha contra la corrupción, pero solo la del santouribismo. Hablan a nombre de los estatutos y el ideario, pero es lo que menos practican. Pontifican sobre los principios ético-morales, los valores, pero a la hora de nona, son las conveniencias las que deciden. La autocrítica solo existe en los textos marxistas de los cuales, en privado, tanto se jactan en observar.

La izquierda tradicional es experta en echarle la culpa de sus desgracias a otros. Hubo una época en que quien no comulgara con ella era de la CIA. Ahora los problemas del Polo derivan de la conspiración Uribe-Das y el nuevo chivo expiatorio, Gustavo Petro. Basta leer los pronunciamientos de las cabezas del Moir y el Pcc para entender el porqué del similar argumento que aplican. El fondo del asunto es la etiqueta, el nombre, el ‘aviso’, la ‘chapa’, la casa del Polo, es lo que les interesa, pues es la mampara que utilizan para desarrollar su política, que es contraria a los más importantes aspectos fundacionales del Polo. El Polo le permite a Robledo conseguir su máxima aspiración política, ser candidato presidencial, a la Anapo hacer clientelismo y al Pcc juntar la consigna de la “paz con justicia social” con el resto de la izquierda. A esto se reduce toda la discusión: el manejo del aparato, para ser utilizado como trampolín político por quienes nunca fueron del Polo.

Dentro de tanto desvarío unas palabras sensatas de Iván Cepeda: (…) “En estas circunstancias no caben ni apoyos acríticos ni actitudes encubridoras. El Polo en virtud de su talante democrático debe ser el abanderado de la defensa del derecho al control político. La ética y la transparencia en el ejercicio de los funcionarios públicos y representantes del Polo son un deber sin el cual no se puede construir un proyecto político alternativo. Las denuncias no pueden ser simplemente ignoradas, vengan de donde vengan. De hecho, las denuncias presentadas por miembros del Polo resultan una oportunidad para demostrar con transparencia ante la sociedad colombiana el carácter democrático y los principios políticos del partido”.

Ahí va, pues, el pobre Polo, cuesta abajo, cargando un pesado lastre que lo hundirá, tarde que temprano, llamado oportunismo, como resultado de la singular alianza del dogmatismo con el clientelismo, viejos vicios de la izquierda y la derecha conjugados en el joven, pero maltrecho y desafortunado Polo.

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“Los documentos muestran que el actual alcalde de Bogotá sí ha hecho negocios con Luis Baena, gestor de una de las empresas off shore descubiertas en Islas Vírgenes, y que Emilio Tapia ha llevado sus propios negocios a Miami”. ( Ver Revista Dinero.com)

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