Por Consuelo Ahumada
Tomado de Semana.com
En medio del agitado panorama social y laboral que ha vivido Europa en los últimos meses, la emergencia del llamado Movimiento de los Indignados o 15-M en la Puerta del Sol de Madrid ha cautivado la atención internacional. Se conoce también como movimiento de los acampados y en poco más de una semana se propagó por más de sesenta ciudades españolas. Sus repercusiones se han hecho sentir también en las capitales de Europa, América Latina y el Norte de África. “Somos más que ayer pero menos que mañana”, reza una de sus consignas.
El 15-M se gestó por intermedio de las redes sociales, en el fragor de las revoluciones del mundo árabe, y ha irrumpido como una corriente refrescante en una España cuyos cimientos sociales tambalean desde hace rato. Sus integrantes son mayoritariamente jóvenes sin porvenir, los llamados Ni-ni (ni estudio, ni trabajo). Pero también participan desempleados, jubilados, inmigrantes y excluidos en general. Exigen garantías democráticas: “Democracia real ya”, es su sello distintivo. Abogan también por una multiplicidad de reivindicaciones.
En un ejercicio sin precedentes de organización, un número creciente de acampados delibera en asambleas masivas y desarrolla un debate social amplio. Rechazan las guerras, los subsidios otorgados a los banqueros, el desempleo, la discriminación contra los inmigrantes: “Ningún ser humano es ilegal” señalan. Claman por la búsqueda de energías alternativas, por la igualdad de género, defienden la educación pública y laica y el derecho a una vivienda digna, al tiempo que repudian a los dos partidos mayoritarios, a quienes responsabilizan de la crisis.
Sin duda, el 15-M ha logrado encauzar el descontento juvenil y popular y la crisis de valores que viene experimentando España de tiempo atrás, transformándolos en indignación. Y no podía ser de otra manera, como lo muestran los datos que proporciona la Agencia de Estadística de la Unión Europea, Eurostat. El desempleo entre los jóvenes alcanzó el 43,5% en febrero de este año, una cifra que representa el doble del promedio del continente, que es del 20,4%. Más de 900.000 jóvenes españoles menores de 25 años no tienen trabajo. Entre octubre de 2007 y octubre de 2010 salieron del país 205.526 personas, en búsqueda de otros horizontes, y tan solo en los últimos 12 meses lo hicieron casi 100.000 profesionales jóvenes.
Señala Vincens Navarro que, 33 años después de haber terminado la dictadura, España sigue rezagada por completo con respecto a los 15 países originales de la Unión Europea. Su gasto público social es el más bajo entre estos. Su sistema educativo es altamente polarizado y excluyente con un nivel altísimo de fracaso escolar. Las universidades públicas están asfixiadas por falta de presupuesto y el número de estudiantes se reduce. El panorama de la salud pública no es mejor.
Esta difícil situación empeoró con la crisis económica global y las medidas de austeridad que adoptó el PSOE para enfrentarla, tal como lo hicieron los otros países del continente cuya economía colapsó, como Grecia, Irlanda y Portugal. En España se han destruido 2.8 millones de trabajos desde 2008 y hay actualmente 5 millones de desempleados, lo que corresponde a más del 20% de la población económicamente activa.
Como parte de dichas medidas, el 12 de mayo de 2010 el gobierno rebajó los sueldos de los funcionarios públicos. El 9 de septiembre entró en vigencia la reforma laboral que contempla despidos sin indemnización, una jornada laboral de 45 horas semanales y la jubilación a los 65 años. En diciembre, a manera de aguinaldo, se eliminó el subsidio para los parados o desempleados.
El rechazo por parte de los sindicatos a esta reforma se ha hecho sentir a lo largo y ancho del territorio español. En octubre se convocó a una masiva huelga general. Tal como señaló la UGT, y como lo han reafirmado diversos analistas, entre ellos Joseph Stiglitz, dicha reforma laboral no sirve para generar empleo. En cuanto a los jóvenes, los deja sin garantías laborales, condenándolos a la temporalidad y la informalidad. La reforma mantiene la discriminación contra estos trabajadores, cuyo salario es inferior en un 40% en promedio al de los adultos.
Pero la dimensión de la crisis trasciende las elevadas cifras del desempleo. Como en el caso de Estados Unidos, la quiebra de las hipotecas y los embargos de viviendas y locales comerciales están a la orden del día desde hace más de dos años. El estancamiento del mercado inmobiliario incide a su vez en la caída de la construcción, que emplea fundamentalmente a trabajadores inmigrantes jóvenes.
La pérdida del poder adquisitivo entre los sectores medios de la población es notoria. Se ha dado una progresiva desaparición del pequeño comercio. Los profesionales ganan sueldos que no se compadecen con sus esfuerzos para estudiar. Debido a las difíciles condiciones sociales, los hijos no logran independizarse de sus padres sino hasta una edad muy elevada.
“Nosotros sustentamos la nación con nuestro trabajo y sostenemos al Estado con nuestros impuestos. Ahora no tenemos pan para alimentar a muchos de los nuestros. Ahora una generación entera mejor preparada que ninguna otra antes está agonizando sin futuro por vuestra culpa”, señala el Manifiesto de los Indignados. La derrota del PSOE en las elecciones del domingo pasado fue sin duda una respuesta contundente a tan dramática situación.
* Profesora titular Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, Universidad Javeriana.
Tomado de Semana.com
En medio del agitado panorama social y laboral que ha vivido Europa en los últimos meses, la emergencia del llamado Movimiento de los Indignados o 15-M en la Puerta del Sol de Madrid ha cautivado la atención internacional. Se conoce también como movimiento de los acampados y en poco más de una semana se propagó por más de sesenta ciudades españolas. Sus repercusiones se han hecho sentir también en las capitales de Europa, América Latina y el Norte de África. “Somos más que ayer pero menos que mañana”, reza una de sus consignas.
El 15-M se gestó por intermedio de las redes sociales, en el fragor de las revoluciones del mundo árabe, y ha irrumpido como una corriente refrescante en una España cuyos cimientos sociales tambalean desde hace rato. Sus integrantes son mayoritariamente jóvenes sin porvenir, los llamados Ni-ni (ni estudio, ni trabajo). Pero también participan desempleados, jubilados, inmigrantes y excluidos en general. Exigen garantías democráticas: “Democracia real ya”, es su sello distintivo. Abogan también por una multiplicidad de reivindicaciones.
En un ejercicio sin precedentes de organización, un número creciente de acampados delibera en asambleas masivas y desarrolla un debate social amplio. Rechazan las guerras, los subsidios otorgados a los banqueros, el desempleo, la discriminación contra los inmigrantes: “Ningún ser humano es ilegal” señalan. Claman por la búsqueda de energías alternativas, por la igualdad de género, defienden la educación pública y laica y el derecho a una vivienda digna, al tiempo que repudian a los dos partidos mayoritarios, a quienes responsabilizan de la crisis.
Sin duda, el 15-M ha logrado encauzar el descontento juvenil y popular y la crisis de valores que viene experimentando España de tiempo atrás, transformándolos en indignación. Y no podía ser de otra manera, como lo muestran los datos que proporciona la Agencia de Estadística de la Unión Europea, Eurostat. El desempleo entre los jóvenes alcanzó el 43,5% en febrero de este año, una cifra que representa el doble del promedio del continente, que es del 20,4%. Más de 900.000 jóvenes españoles menores de 25 años no tienen trabajo. Entre octubre de 2007 y octubre de 2010 salieron del país 205.526 personas, en búsqueda de otros horizontes, y tan solo en los últimos 12 meses lo hicieron casi 100.000 profesionales jóvenes.
Señala Vincens Navarro que, 33 años después de haber terminado la dictadura, España sigue rezagada por completo con respecto a los 15 países originales de la Unión Europea. Su gasto público social es el más bajo entre estos. Su sistema educativo es altamente polarizado y excluyente con un nivel altísimo de fracaso escolar. Las universidades públicas están asfixiadas por falta de presupuesto y el número de estudiantes se reduce. El panorama de la salud pública no es mejor.
Esta difícil situación empeoró con la crisis económica global y las medidas de austeridad que adoptó el PSOE para enfrentarla, tal como lo hicieron los otros países del continente cuya economía colapsó, como Grecia, Irlanda y Portugal. En España se han destruido 2.8 millones de trabajos desde 2008 y hay actualmente 5 millones de desempleados, lo que corresponde a más del 20% de la población económicamente activa.
Como parte de dichas medidas, el 12 de mayo de 2010 el gobierno rebajó los sueldos de los funcionarios públicos. El 9 de septiembre entró en vigencia la reforma laboral que contempla despidos sin indemnización, una jornada laboral de 45 horas semanales y la jubilación a los 65 años. En diciembre, a manera de aguinaldo, se eliminó el subsidio para los parados o desempleados.
El rechazo por parte de los sindicatos a esta reforma se ha hecho sentir a lo largo y ancho del territorio español. En octubre se convocó a una masiva huelga general. Tal como señaló la UGT, y como lo han reafirmado diversos analistas, entre ellos Joseph Stiglitz, dicha reforma laboral no sirve para generar empleo. En cuanto a los jóvenes, los deja sin garantías laborales, condenándolos a la temporalidad y la informalidad. La reforma mantiene la discriminación contra estos trabajadores, cuyo salario es inferior en un 40% en promedio al de los adultos.
Pero la dimensión de la crisis trasciende las elevadas cifras del desempleo. Como en el caso de Estados Unidos, la quiebra de las hipotecas y los embargos de viviendas y locales comerciales están a la orden del día desde hace más de dos años. El estancamiento del mercado inmobiliario incide a su vez en la caída de la construcción, que emplea fundamentalmente a trabajadores inmigrantes jóvenes.
La pérdida del poder adquisitivo entre los sectores medios de la población es notoria. Se ha dado una progresiva desaparición del pequeño comercio. Los profesionales ganan sueldos que no se compadecen con sus esfuerzos para estudiar. Debido a las difíciles condiciones sociales, los hijos no logran independizarse de sus padres sino hasta una edad muy elevada.
“Nosotros sustentamos la nación con nuestro trabajo y sostenemos al Estado con nuestros impuestos. Ahora no tenemos pan para alimentar a muchos de los nuestros. Ahora una generación entera mejor preparada que ninguna otra antes está agonizando sin futuro por vuestra culpa”, señala el Manifiesto de los Indignados. La derrota del PSOE en las elecciones del domingo pasado fue sin duda una respuesta contundente a tan dramática situación.
* Profesora titular Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, Universidad Javeriana.
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