El lema de Marcelo Torres, candidato del Polo al Senado, es "girar a la izquierda". Una propuesta arriesgada cuando todas las encuestas y los estudios demuestran que el país ha girado precisamente en la dirección contraria. Pero Torres sigue convencido que la salida para Colombia está más cerca del marxismo que del uribismo.
Torres es un candidato paradójico e interesante porque a la vez que aboga por políticas radicales de izquierda como reversar las privatizaciones y la apertura económica es un defensor acérrimo de que el Polo haga coaliciones interpartidistas para llegar al poder. Defiende el modelo de los países de izquierda de la región y crítica el Acuerdo de las Bases con Estados Unidos pero también es muy crítico de la cercanía entre Chávez y las Farc.
Marcelo Torres fue uno de los fundadores del Moir y una de las voces que más tempranamente rechazó la combinación de las formas de lucha desde la izquierda. Y que sigue dando esa pelea en el Polo.
El año pasado volvió a su pueblo, Magangué, en Bolívar, a enfrentarse al candidato que contaba con el apoyo de la polémica y temida empresaria de chance 'la Gata'. Perdió, a pesar de ser el candidato de una coalición de nueve partidos, incluyendo los uribistas. Ya fue congresista y ahora aspira a volver al Senado.
En esta entrevista, reflexiona sobre el presente y futuro de la izquierda colombiana.
Usted propone un giro a la izquierda cuando gran parte del país ha dado un giro a la derecha. ¿Por qué?
Porque el giro a la izquierda significa elevar sustancialmente el nivel de vida de la gente común y corriente. Para que eso se pueda dar se requiere un nuevo punto de vista sobre el desarrollo económico, sobre el Estado y la democracia, sobre las relaciones internacionales.
¿Cuál sería ese giro en el desarrollo económico?
Los países no se pueden desarrollar sino sobre la base de su mercado interno. En ninguna nación, con algunas excepciones por el tamaño del país como Inglaterra, el comercio exterior jugó un papel preponderante en el desarrollo. En Estados Unidos no fue así.
¿Cómo sería ese desarrollo sobre la base del mercado interno?
Sería un proceso de acomodación de riquezas que transforme esencialmente la agricultura, y que genere unos encadenamientos productivos del cual arranca la industrialización. Si un país se quiere desarrollar tiene que proteger su mercado interno, particularmente su agricultura. Ni siquiera hoy cuando los países del Norte llegaron a su super madurez dejaron de hacerlo. En el mundo hay un conflicto no resuelto entre Estados Unidos, Europea y Japón sobre los subsidios agrícolas y no se va a resolver porque nadie quiere renunciar a la seguridad alimentaria. No solo es un interés económico sino estratégico. Eso no se puede hacer con la apertura y el esquema económico que nos impusieron en los últimos 20 años y que ya se ha ido abandonando en el continente. Colombia es una especie de ínsula que está en rezago.
¿Recomendaría usted seguir el camino de los países vecinos de izquierda?
Lo que está pasando en América Latina es que los gobiernos de los últimos diez años pusieron el énfasis en lo social y replantearon sus relaciones con Estados Unidos. El hito de este proceso es el hundimiento del Alca. Brasil le dijo NO a la prohibición de subsidiar su producción agrícola. Fue una excepción notable que empezó otro proceso en America Latina. A partir de allí se han dado procesos de distanciamiento político: por primera vez se reúne la OEA sin Estados Unidos; surge una alianza militar sin Estados Unidos.
¿Ve un debilitamiento de Estados Unidos en la región?
El poder de Estados Unidos no se ha desvanecido, ni muchísimo menos. Hay una política de contraofensiva que empezó con Bush y que Obama, a pesar de todos los cambios de la política exterior, sigue en los mismo. La política de los Estados Unidos se basa en aprovechar un punto de apoyo muy firme que le queda, que es Colombia, para desplegar una especie de contraataque para recuperar el terreno que ha venido perdiendo en estos países. El convenio para usar las ocho bases militares lo indica de manera supremamente clara.
¿Le gusta el modelo de Chávez?
Chávez está en la misma onda de países latinoamericanos, en cuanto la inversión del Estado se dirige a lo social y el replanteamiento de las relaciones frente a Estados Unidos. Venezuela, siendo un país petrolero, tiene una política de rescate de su principal riqueza nacional. Y ha reorientado el gasto de Venezuela de manera sustancial hacia lo social. Pero Chávez tiene dos puntos de su política que son erráticos. Uno, es su amistad con las Farc, para decirlo de alguna manera. El hecho de que el estado venezolano tenga como política auspiciar, generar una buena imagen, o difundir la posición de las Farc, como lo hizo recientemente en este foro que justificadamente fue registrado con repudio, es una evidencia que no necesita más pruebas. Hay un nexo oficial entre el Estado de Venezuela y las Farc. Para procesos como el de Colombia, y para las fuerzas de Colombia que son similares a las que vienen haciendo un proceso de cambio en el continente, esto no es un efecto ventajoso, sino lo contrario. Esto confirma una imagen de la izquierda que ha sido muy perjudicial en Colombia.
¿Cuál es el segundo punto que no le gusta de Chávez?
El segundo es que hay cierta improvisación, superficialidad, fragilidad en la argumentación del Presidente de Venezuela, impropia de un jefe de Estado. Sus declaraciones caen a menudo en un terrreno de falta de fundamentación, de precipitud que no es en absoluto conveniente en las relaciones internacionales, y menos en momentos de una crisis como la que se vive entre Colombia y Venezuela. Venezuela tiene razón en el tema de las bases. En ese sentido, el recelo generalizado de los países no hace que Venezuela sea una excepción sino que confirma la regla. Esto no es un alarmismo infundado. Cualquiera que revise la historia de América Latina se da cuenta que está plagada de golpes de Estado, de desembarcos de Estados Unidos, especialente en el area del Caribe.
¿Girar a la izquierda no lo pone peligrosamente cerca de la guerrilla?
Tiene ese riesgo, pero es un riesgo inherente a una necesidad. La única manera que se pueda elevar sustancialmente el nivel de vida de la población -Colombia es uno de los países más desiguales del mundo- es con un enfoque básicamente de izquierda, aunque no significa que lo haga exclusivamente con la izquierda. Esto tiene que realizarse a través de una política de coalicion que cubra todo el espectro político, no solo el centro, incluso sectores que podrían llamarse la derecha civilista.
¿La guerrilla acabó las opciones de la izquierda en Colombia?
Soy confundador de una corriente que fue la que más tempranamente planteó dos cosas: que si la izquierda no se desvinculaba de manera inequívoca de las aventuras armadas, no tendría jamás opciones de gobierno. Con el Moir nos distinguimos del conjunto de la izquiera desde los 70.
Y la segunda apreciación básica, es que el cambio democrático no se puede hacer por una sola clase social, por un solo partido, un solo sector. No puede ser sino el resultado de una conjunción multiclasista, pluripartidista, una gran coalición de fuerzas muy heterogéneas. Lo hemos planteado antes del Polo.
En el Polo Democrático Alternativo (PDA) no parece tan unánime la distancia frente a la guerrilla
En el seno del PDA se da una vieja querella que se viene desarrollando en la izquierda desde tiempo atrás aunque no con tanta audiencia pública como ahora. Una tendencia que es renuente a condenar de manera explícita, abierta y categórica la insurgencia armada como vía para llegar al poder. Y que por consiguiente, es responsable de que cuando hay acontecimientos que ameritan ese deslinde pleno, inequívoco, entre el Polo y las fuerzas insurgentes, verbigracia, el asesinato de los diputados del Valle, verbigracia la manifestación del 4 de febrero del 2008 contra el secuestro y las Farc, se deje una impresión confusa, equívoca en la percepción nacional sobre la posición del Polo. Una percepción que por supuesto es sumamente aprovechada por Uribe para salir con su vieja tesis de que toda posición de izquierda en el fondo le hace el juego a la guerrilla y el terrorismo.
Increíble que todavía discutan si apoyar o no la lucha armada.
Si, eso hace un tanto bizantina la discusión, en el sentido que puede ser un anacronismo. Pero en esa discusión se le va la vida al Polo y le puede ir la suerte al país, según sea la tendencia que prevalezca.
¿Cómo se ubica Petro en este paisaje de la izquierda?
El vocero más valiente, más claro, y representativo de la primera posición ha sido Gustavo Petro, que señala que la izquierda tiene que apartarse de la violencia, de la insurgencia armada, que debe hacer pronunciamientos muy diáfanos y definidos contra el secuestro y la guerrilla.
Petro pareciera irle muy bien afuera del Polo y por el contrario, ejercer poco liderazgo hacia dentro del Partido. ¿Es correcta esa percepción?
El gran avance es que la política de deslinde con la lucha armada y el planteamiento de una coalición pluripartidista ganó en la consulta del Polo. Cuando se creía todo lo contrario, adentro y afuera. La victoria de Petro es inesperada, es una sorpresa, indicativa de que hay un vigor en esta tendencia democrática.
¿Pero sí tiene Petro suficiente liderazgo en el Polo? Ver a Jaime Dussán de presidente del partido confunde.
El Polo es una colectividad muy democrática. Lo que esto refleja es que hay un proceso deliberativo, muy fluido, pero cuya línea básica es ascendente. Lo de Dussán es un vestigio, es un rezago, pero no es lo principal.
¿Cree que Petro podrá superar el techo del 10 por ciento que le dan los analistas?
Si uno ve los últimos meses, lo que se constata es que el único liderazgo que ha crecido con gran velocidad es el de Petro. Petro gana la consulta el 27 de septiembre, y hay una especie de salto, pasa al segundo lugar con Uribe, desde luego con una diferencia grande. Y sin Uribe, en una encuesta simultánea queda en el primer lugar, empatado con Juan Manuel Santos. Esto revela una cosa: que el liderazgo de Petro no es únicamente atrayente para sectores de izquierda, que hay sectores del centro, sectores conservadores, sectores uribistas que se pueden clasificar civilistas, que están contra la reelección y que no descartan un acercamiento con Petro. Desde luego, no se ha consolidado esa tendencia, pero es una tendencia presente.
Cambiando un poco de tema, usted se enfrentó en las elecciones para la Alcaldía de Magangué con el candidato de ‘La Gata’. ¿Cómo ve ahora en estas elecciones el poder de las mafias?
En Magangué en esas elecciones se puso en práctica a nivel micro la política de coalición. Allí se constituyó una coalición de nueve partidos contra el candidato de ‘La Gata’, con un candidato que proviene del Polo y con solo dos partidos de oposición. Las demás fuerzas son partidos que están con el gobierno a nivel nacional como Cambio Radical, el Partido Conservador, Convergencia Ciudadana e incluso el segmento local de la U. A pesar de esa coalición, ganó el candidato de ‘la Gata’. Hicieron una alteración del censo electoral, hubo un informe de la OEA, de la MOE, hubo mil evidencias. Pero es evidente que esta señora tiene una protección, hay una laxitud del gobierno central. La ponen en libertad en la época de elecciones, a pesar de que tiene tres procesos: por homicidio agravado, lavado de activos, y concierto para delinquir. Con libertad provisional, ella dirige la campaña en el terreno. Esto lo ordena un fiscal nacional.
¿Cree que ese esquema se repetirá a nivel nacional?
Es evidente que hay un pulso entre esa alianza que representa Uribe, integrada por el paramilitarismo, el narcotráfico y un buen segmento de la política tradicional, de un lado, y del otro, el paisano, la fuerzas democráticas, no de izquierda, sino de un amplio espectro, que incluye sectores de la derecha, que incluye un gran centro y por supuesto, la izquierda. Ese pulso se está librando. Desafortunadamente, el uribismo es más consciente y está más organizado, y además tiene poder del Estado.
¿Por qué dice que el paramilitarismo y el narcotráfico forman parte de la alianza uribista? Al fin y al cabo, el Presidente extraditó a todos los jefes paramilitares y a decenas de capos del narcotráfico.
Si se ven en su conjunto, se ven las diferencias. Lo primero de Uribe es querer darles la posibilidad de hacer política, eso es lo que anticipa la llegada de Mancuso al Congreso. La política inicial que Uribe propone es de impunidad completa, de restitución de los derechos políticos a los paras, de ninguna reparación a las víctimas, ese es el proyecto inicial. Encontró unos escollos que no pudo superar completamente, de carácter institucional, de carácter político, público. En Colombia se generó una opinión pública nueva que no acabó con la laxitud, con la permisividad frente al paramilitarismo, pero que si lo cuestionó. Por eso, tuvo que adecuarse el proceso a eso.
En estas elecciones no se percibe que haya la misma intimidación armada de años anteriores
Hay una recomposición del paramilitarismo, de manera que estos nexos entre alcaldes, gobernadores, Fuerzas Armadas, Ejército y Policía están lejos de haberse acabado. Lo que uno puede ver es que de los 80 parapolíticos involucrados, la influencia es muy evidente, muy acusada, y muy efectiva a través de una parentela larga y de una cadena de testaferros muy actuante. Se ha atenuado, eso sí, la intimidación directa. Pero eso está latente, eso se puede poner en movimiento en cualquier momento. Además, hay ríos de dinero en esta campaña, de parte de estos sectores que van a jugar un papel determinante en la composición del Congreso.
¿Y qué es exactamente lo que usted ofrece cambiar si llega al Congreso?
Un punto de vista, una manera de hacer política, cierta experiencia de los gobiernos de Bogotá que tienen realización en materia de educación, de lucha contra el hambre.
¿Va a mostrar a Samuel Moreno como ejemplo?
Ahí hay elementos complejos, heterogéneos. Pero a pesar de todo, lo de educación en Bogotá sigue siendo de mostrar. La proporción de la inversión, la continuación de la política de los megacolegios, la restauración de más de 200 colegios, la gratuidad de la educación de grado 0 a grado 11, el esfuerzo actual de la politica educativa de elevar la calidad, son logros, señalan un camino a seguir.
Díganos un logro que espera conseguir en el Congreso si sale elegido.
Una de las cosas más importates que hay que hacer en Colombia es reversar las privatizaciones.
¿Todas?
Las que se puedan. El colapso de la salud pública tiene su origen en la ley 100. El problema de las altas tarifas de los servicios públicos, de la reestratificación de la gente. Si se lograra tumbar algunas de estas leyes, se habría avanzado. Derogar la ley 100, los decretos de emergencia social que lo que hacen es apuntalar la ley 100. Si se echa abajo la ley 100 y se reemplaza por un estatuto nuevo, cuya característica sea que no esté regida por el mercado, eso sería un gran logro.
Torres es un candidato paradójico e interesante porque a la vez que aboga por políticas radicales de izquierda como reversar las privatizaciones y la apertura económica es un defensor acérrimo de que el Polo haga coaliciones interpartidistas para llegar al poder. Defiende el modelo de los países de izquierda de la región y crítica el Acuerdo de las Bases con Estados Unidos pero también es muy crítico de la cercanía entre Chávez y las Farc.
Marcelo Torres fue uno de los fundadores del Moir y una de las voces que más tempranamente rechazó la combinación de las formas de lucha desde la izquierda. Y que sigue dando esa pelea en el Polo.
El año pasado volvió a su pueblo, Magangué, en Bolívar, a enfrentarse al candidato que contaba con el apoyo de la polémica y temida empresaria de chance 'la Gata'. Perdió, a pesar de ser el candidato de una coalición de nueve partidos, incluyendo los uribistas. Ya fue congresista y ahora aspira a volver al Senado.
En esta entrevista, reflexiona sobre el presente y futuro de la izquierda colombiana.
Usted propone un giro a la izquierda cuando gran parte del país ha dado un giro a la derecha. ¿Por qué?
Porque el giro a la izquierda significa elevar sustancialmente el nivel de vida de la gente común y corriente. Para que eso se pueda dar se requiere un nuevo punto de vista sobre el desarrollo económico, sobre el Estado y la democracia, sobre las relaciones internacionales.
¿Cuál sería ese giro en el desarrollo económico?
Los países no se pueden desarrollar sino sobre la base de su mercado interno. En ninguna nación, con algunas excepciones por el tamaño del país como Inglaterra, el comercio exterior jugó un papel preponderante en el desarrollo. En Estados Unidos no fue así.
¿Cómo sería ese desarrollo sobre la base del mercado interno?
Sería un proceso de acomodación de riquezas que transforme esencialmente la agricultura, y que genere unos encadenamientos productivos del cual arranca la industrialización. Si un país se quiere desarrollar tiene que proteger su mercado interno, particularmente su agricultura. Ni siquiera hoy cuando los países del Norte llegaron a su super madurez dejaron de hacerlo. En el mundo hay un conflicto no resuelto entre Estados Unidos, Europea y Japón sobre los subsidios agrícolas y no se va a resolver porque nadie quiere renunciar a la seguridad alimentaria. No solo es un interés económico sino estratégico. Eso no se puede hacer con la apertura y el esquema económico que nos impusieron en los últimos 20 años y que ya se ha ido abandonando en el continente. Colombia es una especie de ínsula que está en rezago.
¿Recomendaría usted seguir el camino de los países vecinos de izquierda?
Lo que está pasando en América Latina es que los gobiernos de los últimos diez años pusieron el énfasis en lo social y replantearon sus relaciones con Estados Unidos. El hito de este proceso es el hundimiento del Alca. Brasil le dijo NO a la prohibición de subsidiar su producción agrícola. Fue una excepción notable que empezó otro proceso en America Latina. A partir de allí se han dado procesos de distanciamiento político: por primera vez se reúne la OEA sin Estados Unidos; surge una alianza militar sin Estados Unidos.
¿Ve un debilitamiento de Estados Unidos en la región?
El poder de Estados Unidos no se ha desvanecido, ni muchísimo menos. Hay una política de contraofensiva que empezó con Bush y que Obama, a pesar de todos los cambios de la política exterior, sigue en los mismo. La política de los Estados Unidos se basa en aprovechar un punto de apoyo muy firme que le queda, que es Colombia, para desplegar una especie de contraataque para recuperar el terreno que ha venido perdiendo en estos países. El convenio para usar las ocho bases militares lo indica de manera supremamente clara.
¿Le gusta el modelo de Chávez?
Chávez está en la misma onda de países latinoamericanos, en cuanto la inversión del Estado se dirige a lo social y el replanteamiento de las relaciones frente a Estados Unidos. Venezuela, siendo un país petrolero, tiene una política de rescate de su principal riqueza nacional. Y ha reorientado el gasto de Venezuela de manera sustancial hacia lo social. Pero Chávez tiene dos puntos de su política que son erráticos. Uno, es su amistad con las Farc, para decirlo de alguna manera. El hecho de que el estado venezolano tenga como política auspiciar, generar una buena imagen, o difundir la posición de las Farc, como lo hizo recientemente en este foro que justificadamente fue registrado con repudio, es una evidencia que no necesita más pruebas. Hay un nexo oficial entre el Estado de Venezuela y las Farc. Para procesos como el de Colombia, y para las fuerzas de Colombia que son similares a las que vienen haciendo un proceso de cambio en el continente, esto no es un efecto ventajoso, sino lo contrario. Esto confirma una imagen de la izquierda que ha sido muy perjudicial en Colombia.
¿Cuál es el segundo punto que no le gusta de Chávez?
El segundo es que hay cierta improvisación, superficialidad, fragilidad en la argumentación del Presidente de Venezuela, impropia de un jefe de Estado. Sus declaraciones caen a menudo en un terrreno de falta de fundamentación, de precipitud que no es en absoluto conveniente en las relaciones internacionales, y menos en momentos de una crisis como la que se vive entre Colombia y Venezuela. Venezuela tiene razón en el tema de las bases. En ese sentido, el recelo generalizado de los países no hace que Venezuela sea una excepción sino que confirma la regla. Esto no es un alarmismo infundado. Cualquiera que revise la historia de América Latina se da cuenta que está plagada de golpes de Estado, de desembarcos de Estados Unidos, especialente en el area del Caribe.
¿Girar a la izquierda no lo pone peligrosamente cerca de la guerrilla?
Tiene ese riesgo, pero es un riesgo inherente a una necesidad. La única manera que se pueda elevar sustancialmente el nivel de vida de la población -Colombia es uno de los países más desiguales del mundo- es con un enfoque básicamente de izquierda, aunque no significa que lo haga exclusivamente con la izquierda. Esto tiene que realizarse a través de una política de coalicion que cubra todo el espectro político, no solo el centro, incluso sectores que podrían llamarse la derecha civilista.
¿La guerrilla acabó las opciones de la izquierda en Colombia?
Soy confundador de una corriente que fue la que más tempranamente planteó dos cosas: que si la izquierda no se desvinculaba de manera inequívoca de las aventuras armadas, no tendría jamás opciones de gobierno. Con el Moir nos distinguimos del conjunto de la izquiera desde los 70.
Y la segunda apreciación básica, es que el cambio democrático no se puede hacer por una sola clase social, por un solo partido, un solo sector. No puede ser sino el resultado de una conjunción multiclasista, pluripartidista, una gran coalición de fuerzas muy heterogéneas. Lo hemos planteado antes del Polo.
En el Polo Democrático Alternativo (PDA) no parece tan unánime la distancia frente a la guerrilla
En el seno del PDA se da una vieja querella que se viene desarrollando en la izquierda desde tiempo atrás aunque no con tanta audiencia pública como ahora. Una tendencia que es renuente a condenar de manera explícita, abierta y categórica la insurgencia armada como vía para llegar al poder. Y que por consiguiente, es responsable de que cuando hay acontecimientos que ameritan ese deslinde pleno, inequívoco, entre el Polo y las fuerzas insurgentes, verbigracia, el asesinato de los diputados del Valle, verbigracia la manifestación del 4 de febrero del 2008 contra el secuestro y las Farc, se deje una impresión confusa, equívoca en la percepción nacional sobre la posición del Polo. Una percepción que por supuesto es sumamente aprovechada por Uribe para salir con su vieja tesis de que toda posición de izquierda en el fondo le hace el juego a la guerrilla y el terrorismo.
Increíble que todavía discutan si apoyar o no la lucha armada.
Si, eso hace un tanto bizantina la discusión, en el sentido que puede ser un anacronismo. Pero en esa discusión se le va la vida al Polo y le puede ir la suerte al país, según sea la tendencia que prevalezca.
¿Cómo se ubica Petro en este paisaje de la izquierda?
El vocero más valiente, más claro, y representativo de la primera posición ha sido Gustavo Petro, que señala que la izquierda tiene que apartarse de la violencia, de la insurgencia armada, que debe hacer pronunciamientos muy diáfanos y definidos contra el secuestro y la guerrilla.
Petro pareciera irle muy bien afuera del Polo y por el contrario, ejercer poco liderazgo hacia dentro del Partido. ¿Es correcta esa percepción?
El gran avance es que la política de deslinde con la lucha armada y el planteamiento de una coalición pluripartidista ganó en la consulta del Polo. Cuando se creía todo lo contrario, adentro y afuera. La victoria de Petro es inesperada, es una sorpresa, indicativa de que hay un vigor en esta tendencia democrática.
¿Pero sí tiene Petro suficiente liderazgo en el Polo? Ver a Jaime Dussán de presidente del partido confunde.
El Polo es una colectividad muy democrática. Lo que esto refleja es que hay un proceso deliberativo, muy fluido, pero cuya línea básica es ascendente. Lo de Dussán es un vestigio, es un rezago, pero no es lo principal.
¿Cree que Petro podrá superar el techo del 10 por ciento que le dan los analistas?
Si uno ve los últimos meses, lo que se constata es que el único liderazgo que ha crecido con gran velocidad es el de Petro. Petro gana la consulta el 27 de septiembre, y hay una especie de salto, pasa al segundo lugar con Uribe, desde luego con una diferencia grande. Y sin Uribe, en una encuesta simultánea queda en el primer lugar, empatado con Juan Manuel Santos. Esto revela una cosa: que el liderazgo de Petro no es únicamente atrayente para sectores de izquierda, que hay sectores del centro, sectores conservadores, sectores uribistas que se pueden clasificar civilistas, que están contra la reelección y que no descartan un acercamiento con Petro. Desde luego, no se ha consolidado esa tendencia, pero es una tendencia presente.
Cambiando un poco de tema, usted se enfrentó en las elecciones para la Alcaldía de Magangué con el candidato de ‘La Gata’. ¿Cómo ve ahora en estas elecciones el poder de las mafias?
En Magangué en esas elecciones se puso en práctica a nivel micro la política de coalición. Allí se constituyó una coalición de nueve partidos contra el candidato de ‘La Gata’, con un candidato que proviene del Polo y con solo dos partidos de oposición. Las demás fuerzas son partidos que están con el gobierno a nivel nacional como Cambio Radical, el Partido Conservador, Convergencia Ciudadana e incluso el segmento local de la U. A pesar de esa coalición, ganó el candidato de ‘la Gata’. Hicieron una alteración del censo electoral, hubo un informe de la OEA, de la MOE, hubo mil evidencias. Pero es evidente que esta señora tiene una protección, hay una laxitud del gobierno central. La ponen en libertad en la época de elecciones, a pesar de que tiene tres procesos: por homicidio agravado, lavado de activos, y concierto para delinquir. Con libertad provisional, ella dirige la campaña en el terreno. Esto lo ordena un fiscal nacional.
¿Cree que ese esquema se repetirá a nivel nacional?
Es evidente que hay un pulso entre esa alianza que representa Uribe, integrada por el paramilitarismo, el narcotráfico y un buen segmento de la política tradicional, de un lado, y del otro, el paisano, la fuerzas democráticas, no de izquierda, sino de un amplio espectro, que incluye sectores de la derecha, que incluye un gran centro y por supuesto, la izquierda. Ese pulso se está librando. Desafortunadamente, el uribismo es más consciente y está más organizado, y además tiene poder del Estado.
¿Por qué dice que el paramilitarismo y el narcotráfico forman parte de la alianza uribista? Al fin y al cabo, el Presidente extraditó a todos los jefes paramilitares y a decenas de capos del narcotráfico.
Si se ven en su conjunto, se ven las diferencias. Lo primero de Uribe es querer darles la posibilidad de hacer política, eso es lo que anticipa la llegada de Mancuso al Congreso. La política inicial que Uribe propone es de impunidad completa, de restitución de los derechos políticos a los paras, de ninguna reparación a las víctimas, ese es el proyecto inicial. Encontró unos escollos que no pudo superar completamente, de carácter institucional, de carácter político, público. En Colombia se generó una opinión pública nueva que no acabó con la laxitud, con la permisividad frente al paramilitarismo, pero que si lo cuestionó. Por eso, tuvo que adecuarse el proceso a eso.
En estas elecciones no se percibe que haya la misma intimidación armada de años anteriores
Hay una recomposición del paramilitarismo, de manera que estos nexos entre alcaldes, gobernadores, Fuerzas Armadas, Ejército y Policía están lejos de haberse acabado. Lo que uno puede ver es que de los 80 parapolíticos involucrados, la influencia es muy evidente, muy acusada, y muy efectiva a través de una parentela larga y de una cadena de testaferros muy actuante. Se ha atenuado, eso sí, la intimidación directa. Pero eso está latente, eso se puede poner en movimiento en cualquier momento. Además, hay ríos de dinero en esta campaña, de parte de estos sectores que van a jugar un papel determinante en la composición del Congreso.
¿Y qué es exactamente lo que usted ofrece cambiar si llega al Congreso?
Un punto de vista, una manera de hacer política, cierta experiencia de los gobiernos de Bogotá que tienen realización en materia de educación, de lucha contra el hambre.
¿Va a mostrar a Samuel Moreno como ejemplo?
Ahí hay elementos complejos, heterogéneos. Pero a pesar de todo, lo de educación en Bogotá sigue siendo de mostrar. La proporción de la inversión, la continuación de la política de los megacolegios, la restauración de más de 200 colegios, la gratuidad de la educación de grado 0 a grado 11, el esfuerzo actual de la politica educativa de elevar la calidad, son logros, señalan un camino a seguir.
Díganos un logro que espera conseguir en el Congreso si sale elegido.
Una de las cosas más importates que hay que hacer en Colombia es reversar las privatizaciones.
¿Todas?
Las que se puedan. El colapso de la salud pública tiene su origen en la ley 100. El problema de las altas tarifas de los servicios públicos, de la reestratificación de la gente. Si se lograra tumbar algunas de estas leyes, se habría avanzado. Derogar la ley 100, los decretos de emergencia social que lo que hacen es apuntalar la ley 100. Si se echa abajo la ley 100 y se reemplaza por un estatuto nuevo, cuya característica sea que no esté regida por el mercado, eso sería un gran logro.
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