25 de abril de 2010

Nanotecnologías

El uso de pequeñas partículas promete mucho pero puede presentar grandes peligros

Uno tiende a imaginar la fábrica del siglo XXI como limpia y ordenada y por tanto, sana y segura. Sin embargo, con el desarrollo tecnológico aparecen nuevos peligros para los cuales no hay establecidas medidas preventivas ni normativa protectora. Hace tiempo ya que circulan alertas sobre la necesidad de prevenir los efectos medioambientales de los nanomateriales, pero poco se había dicho de los efectos sobre los trabajadores

Recientemente el Washington Post relataba la visita de un corresponsal a una de las fábricas punteras del sector de las nanotecnologías en EEUU. El periodista acompañaba a inspectores de la Agencia de Salud y Seguridad de la administración norteamericana OSHA, cuya presencia había sido solicitada por la propia empresa. El articulista narra el desembarco de un enjambre de doctores, con una tonelada de instrumental sofisticado (imposible para un servicio de prevención), recogiendo datos para evaluar el riesgo de las nanosustancias que, según afirmaron, les iba a generar tarea de estudio e interpretación para muchos meses. Cuenta también que vio como se volcaban grandes cantidades de materia prima en enormes máquinas de moler, que producían mucho ruido, y se podía observar nubes de polvo en el aire. Vio a los trabajadores llevar mascarillas y monos azules manchados de grasa... En su opinión, la fábrica del futuro se parecía demasiado a las del pasado.

Lo “nano” plantea mecanismos de toxicidad desconocidos hasta ahora

¿Qué son las nanopartículas? Se trata de partículas muy pequeñas, de menos de cien nanómetros (el equivalente a una milésima parte de un pelo humano), mucho más pequeñas que un virus, creadas artificialmente a partir de materiales de la naturaleza y que, se piensa, podrían remediar muchos problemas sociales. Hay expectativa de que aporten soluciones en campos como la medicina, las energías limpias, el agua, la regeneración ambiental, la fabricación limpia, etc.

Sin embargo, se sabe muy poco de los efectos a corto y a largo plazo sobre la salud humana y el medio ambiente. Se ha observado ya que las nanopartículas pueden causar daños diferentes a los que producen las sustancias originales.

En primer lugar, porque las propiedades de las sustancias en su estado natural (muchas ya de sobra conocidas) son diferentes cuando la materia se presenta a esta escala tan pequeña.

En segundo lugar, se comportan de modo diferente en el cuerpo. Su diminuto tamaño facilita su absorción respiratoria y a través de la piel, circulando por el flujo sanguíneo y permitiendo así su penetración en órganos y tejidos “cerrados” para esas mismas sustancias en otros tamaños.

En tercer lugar, el modo en que se produce el daño es diferente: el problema preventivo consiste, más que en evitar la acumulación de masa de materia en el cuerpo, en evitar el propio contacto con la superficie de algunas partículas ya que su estructura-nano presenta problemas de tipo tóxico. Además, las pruebas de toxicidad tradicionales parecen no funcionar de modo adecuado respecto a los nanomateriales (por ejemplo, los nanotubos de carbono) y, por otra parte, estas pruebas servirían sólo para toxicidades a corto plazo y no para anticipar posibles efectos cancerígenos, mutagénicos o ambientales.

Legislar según el principio de precaución en vez de esperar pruebas irrefutables (e irreversibles)

Por el momento, es difícil valorar con certeza el peligro de cada uno de los tipos de nanopartículas para el ser humano. Por ello, la experiencia del pasado impone adoptar el principio de precaución. Veamos la experiencia del pasado: hizo falta que durante años cientos de radiólogos de principios del siglo XX contrajeran cáncer para que se estableciera la nocividad de los rayos-x. Lo mismo ha pasado con el amianto. Los trabajadores no deben ser conejillos de indias.

Numerosos expertos están opinando en este sentido. Por ejemplo, en su declaración ante el Senado americano en febrero de este año, el Dr. J. Clarence (Terry) Davies, autor de un informe especializado sobre el área, pide expresamente a las autoridades americanas que intervengan, estableciendo normativa sobre el uso de los nanomateriales. Hasta el momento, la política oficial del gobierno americano es no legislar hasta que resulte evidente que la normativa actual no protege.

La normativa de salud y medioambiente existente no sirve para la prevención de los riesgos de la nanosustancias porque en estas normas se parte del supuesto de que existe relación directa entre volumen por un lado y nivel de riesgo por otro. Esta relación no se aplica respecto a la nanotecnología. El experto citado afirma expresamente que la normativa general que regula la prevención ante partículas en suspensión en los lugares de trabajo no resulta eficaz para proteger a los trabajadores ante los nuevos riesgos.

La normativa general sobre riesgo tóxico tampoco sirve, porque parte del supuesto de que si no hay información sobre un riesgo químico, éste no existe. En otras palabras, la normativa actual tiene el efecto de desincentivar que se genere información sobre los posibles riesgos de una sustancia. Es necesario cambiar la normativa para que ésta incentive la generación de información.

Un problema también para el consumo

Tampoco hay una adecuada protección de los consumidores. Ya están circulando en el mercado productos cosméticos, como cremas, desodorantes, etc. que incorporan nanomateriales y todos con un potencial de absorción muy alto (por vía dérmica, inhalación e ingestión) y sin información de riesgos. También circulan nanopartículas en productos de limpieza y otros muchos.

Una encuesta realizada por EmTech Research entre empresas que trabajan en el campo de la nanotecnología ha identificado aproximadamente 80 productos nanotecnológicos de consumo directo, y unos 600 más son materias primas, productos intermedios y equipamiento industrial en cuya elaboración interviene la nanotecnología. Otros estudios consideran que el número es bastante mayor.

En Alemania, a finales del pasado marzo de 2006 cundió la alarma cuando unas 97 personas fueron tratadas por problemas respiratorios y edemas pulmonares por el uso de dos productos de limpieza con nanopartículas, que fueron inmediatamente retirados del mercado, aunque todavía el caso está en estudio.

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