Por ENOÏN HUMANEZ BLANQUICETT, Semana
Visto desde lo alto, una de las grandes paradojas de este proceso electoral fue el castigo que le infringieron los electores al Polo Democrático, partido que brilló en muchos de los mejores debates de control político durante la vigencia del actual congreso, y el premio que le dieron al PIN, una formación electoral cocinada a las puertas de las urnas.
La paradoja está en que este partido agrupó a muchos de los herederos de políticos sindicados o condenados por las masacres y los desplazamientos que ha denunciado valientemente el Polo. Así lo patentizó el propio Gustavo Petro, la noche de las elecciones en Caracol. “Tenemos que reconocer que nos derrotó el PIN”, fue el parte que le dio el candidato presidencial a Darío Arismendi.
En algunos medios se ha dicho que la derrota del polo es atribuible a sus divisiones internas y los triunfos de la seguridad democrática. Detrás de esa inferencia hay una verdad a media, que sesga los hechos, pues los éxitos de la seguridad democrática son un mal indicador para medir el fracaso electoral de un partido de izquierda civil, que se ha destacado en la oposición.
En cuanto a la Política de Seguridad Democrática esta también debió ser castigada por el electorado por los falsos positivos, las chuzadas (política de espionaje), contra la oposición, el periodismo crítico y los magistrados que se ocupan de la parapolítica, así como por su debilidad para combatir al crimen organizado, que hoy es asociado, por la mayoría de los observadores serios, con el partido palo de las elecciones: el flamante PIN.
Aparte de la división interna, hay otros cuatro factores que domeñaron la fuerza política del Polo. Como ya ha sido resaltado por muchos, la división interna en el seno de ese partido ha llevado a que un sector, que se considera a así mismo como izquierda de pura sangre, manifieste abiertamente su antipatía contra la candidatura de Gustavo Petro y contra aquellos sectores de ese partido, considerados como socialdemócratas, a los que ha llegado a tildárseles de derechistas infiltrados en el Polo. Esto ha llevad a mucha gente de centro a perder simpatía por dicho partido.
De los cuatro factores que consideramos, el primero es la aparición del Partido Verde y el Movimiento de Sergio Fajardo. Los verdes, acaudillados por tres figuras públicas, a las que la gente considera creíbles y transparentes, se convirtieron en una alternativa política sólida y fiable para los electores de clase media, cansados de la política tradicional, y deseosos de impulsar cambios de fondo en el congreso.
En este caso hay que decir que la izquierda colombiana nunca ha podido entender que su electorado está representado en el voto de opinión, un voto que procede de sectores de esa clase media, educada y urbana, que no dudan en castigar a los políticos que los defraudan. Embebida en su idea de la defensa de los intereses de las clases populares, nuestra izquierda no ha querido aceptar, que el origen popular de su votación no es tan cierto como ella cree, pues la gente de los estratos populares generalmente se abstiene y cuando vota lo hace dentro de la estructura clientelar de los caciques regionales.
Quiero ilustrar lo que digo con dos anécdotas. Mi primer profesor de francés en la Alianza Colombo-francesa de Bogotá: un autentico pequeño burgués, se preciaba de haber votado siempre por los candidatos del Partido Comunista, aunque manifestaba no saber donde se encontraba la sede de dicho partido. Decía que esa era la mejor manera que había encontrado para protestar contra los partidos tradicionales. Según él, “los comunistas nunca han sido –en ninguna parte del mundo- una opción seria de poder, por eso votar por ellos era para él la mejor manera de protestar contra el sistema”. Una amiga de Montería, militante de la Alianza Democratica M19, que trabajaba día y noche por resolverle los problemas de un barrio de invasión, vecino de su barrio, se llevó tremenda sorpresa el día de las elecciones, cuando descubrió que la gente de la invasión había votado en masa por Mayorías Liberales. Lo más doloroso para ella fue constatar, que hasta Enrique Gómez sacara más votos en dicho barrio que Vera Grabe.
El segundo factor que afectó al Polo fue su triunfalismo. Algunos miembros de la dirigencia del polo creyeron que los dos millones de votos que sacó Carlos Gaviria en las presidenciales pasadas eran del partido, pero sobre todo de los sectores que lo rodeaban. Esto los llevo a mostrarse los dientes entre si y a tirarle la puerta en la cara a los izquierdistas moderados, vistos como reformistas y oportunistas infiltrados en el Partido. Por eso los desplantes contra María Emma Mejía y los ataques contra Luis Eduardo Garzón. Bastantes comentaristas escribieron en los foros de los periódicos, que lo mejor que podía pasarle a este partido era la salida de Petro, Lucho y todos aquellos izquierdistas de simple nombre. Para complacerlos, Lucho se fue del partido llevándose a cuesta un buen número de votos. A la larga, con la partida de Lucho del Polo, gana él y pierde el partido.
El tercer factor es la arrogancia, un comportamiento típico de nuestra dirigencia de izquierda. Nuestros dirigentes de izquierda tienen un comportamiento aristocrático, que les impide entrar en contacto con la clase popular de la sociedad colombiana. Aunque afirma ser la defensora del pueblo, la izquierda tiene dificultad para ganar su simpatía y para mezclarse con él. Eso le impide cosechar a su favor los debates de fondo que adelanta en el congreso sobre las problemáticas que afectan a las clases populares, como el desplazamiento
Ilustro lo que digo con otra anécdota. En el año 2002, cuando estaban en su apogeo las matanzas en las universidades costeñas, en un foro de derechos humanos, durante el receso, un grupo de estudiantes de la universidad del Atlántico, que estaban desplazados en Bogotá, se acercó al recién elegido parlamentario Wilson Borja, para comentarle los hechos que estaban sucediendo en dicha universidad. El parlamentario, sin determinarlos, les dijo que esos hechos se estaban ventilando en el partido, que buscaran una cita con Petro, que era el responsable de esos temas y que él no podía prometerles nada, porque su trabajo estaba encaminado a la defensa de los derechos de los obreros. Acto seguido, se disculpó y aduciendo que era la hora del almuerzo, se marchó sin ni siquiera dejarles una tarjeta suya.
El cuarto factor es la persistencia del fenómeno guerrillero, la ambigüedad mostrada por algunos sectores de ese partido frente a dicho fenómeno y el intervencionismo del presidente Chávez en la política colombiana. El manejo que los guerrilleros le han dado al asunto de los secuestrados y la reciente ofensiva guerrillera en el sur del país terminaron pesando en la simpatía de la gente frente al Polo. Sumémosle a lo anterior la campaña de descrédito lanzada desde el palacio presidencial contra este partido, en la que se sugirió sin nombrarlo, que estaba financiado por Chávez. Un poco más lejos en el tiempo se ha dicho de él, que es enemigo de la seguridad democrática y que sus miembros más destacados son guerrilleros de civil.
Pero no todo es malo para el Polo. Primero que todo tiene una base electoral fiel, sobre la que puede confiar. De otra parte, ese electorado vuelve a mandarle un mensaje claro a su dirigencia. Le pide que pare la querella interna y el debate ideológico fraticida y se ocupen de construir un partido respetuoso de la pluralidad.
En cuanto al PIN, resulta errático afirmar que su victoria resultó de la simple compra de votos o de la coacción. Este partido también tiene una base social consolidada, sobre todo en aquella regiones, donde imperan los grupos ilegales.
La fortaleza del PIN en el Valle, Santander, Antioquia y la costa Caribe va de la mano de un proceso de empoderamiento social, al que hay que asociar tres factores: el clientelismo; la destrucción de un tejido social crítico y diversificado, y su remplazo por otro monolítico y acrítico. Finalmente hay que tener en cuenta la existencia de estructuras económicas, que favorecen su expansión política y la emergencia y consolidación entre la sociedad colombiana, de una mentalidad que celebra la cultura mafiosa.
En cuanto a lo primero bástenos decir que el departamento de Sucre sigue en manos del Gordo García. En el de Santander, aunque Convergencia ciudadana haya perdido la gobernación, muchas municipalidades están en sus manos. En el Valle, los medios han dado suficiente testimonio del proselitismo político del gobernador de ese departamento, a favor de esta colectividad.
En cuanto a lo segundo, no es un secreto que lo primero que hicieron los paramilitares en los departamentos de la costa, en el Urabá y el Bajo Cauca, fue destruir el tejido social que allí existía, para montar su propio tejido social. En estas regiones los paras, en su proceso de imposición, acabaron con dirigentes de acciones comunales, sindicalistas, dirigentes estudiantiles, grupos cívicos independientes e intelectuales, a los que remplazaron por gente afín a su proyecto. En todas partes son esos grupos sociales los que dinamizan la vida política. Además, en estas regiones no hay una clase media educada y sólida, ni medios de información independientes, que puedan hacerle contrapeso a un proyecto político de esta catadura.
Finalmente esta la construcción de estructuras económicas ligadas a los intereses de estos grupos. En los barrios pobres de Cartagena y Sincelejo así como en las regiones periféricas de Bolívar y Sucre, la Gata se ha convertido en la fuente de subsistencia de millares de familia que viven de la venta de chance y de rifas. Cada vendedor de Chance, se convierte, sin quererlo, el en principal promotor de los intereses políticos de una jefa, que en navidad les hace fiesta y le da regalos a sus hijos.
En cuanto al impacto en la economía del narcotráfico y sobre la manera como este fenómeno ha terminado por influir en la dinámica política de las regiones antes mencionadas, lo mismo que sobre la aparición de una mentalidad, que celebra la cultura mafiosa, hay que decir que estos tema son demasiado largos –y complejos- para abordarlos en esta nota.
Vale aquí citar un aparte del celebre libro de Fabio Castillo, los Jinetes de la Cocaína, en la que el autor nos dice: “Ya desde 1978, el embajador norteamericano en Bogotá, Diego Ascencio, aseguró públicamente: "los narcotraficantes (colombianos) son tan fuertes, en términos de poder financiero" que podrían tener su propio partido ". Si lo que suena y truena en los medios es cierto, se ha materializado dicha realidad.
Para terminar hay que decir que la presencia en el congreso de políticos, cuyos nombres están asociados a intereses espurios, no se circunscribe sólo al PIN. Políticos de dudosa ortografía también fueron elegidos en el viejo partido Conservador, que bastantes lecciones de moral nos dio en los tiempos del proceso 8000. Las mayores electoras de los dos viejos partidos tradicionales son una muestra incontrovertible, de que estas organizaciones también tienen dificultades para desmarcarse de los nombres de sus miembros cuestionados, cuando se trata de poderosos varones electorales.
Pero bueno, las cosas no son tan grises como parecen. El electorado también le cerró el paso a muchos herederos de políticos cuestionados. Por eso se quedaron fuera del Senado Martha Cury de Montes, Raul Alberto Vives Lacouture, Hernando Alberto de la Espriella Burgos y Doris Clemencia Vega de Gil. De otra parte viejos políticos, que no han hecho mucho durante su paso por el parlamento, tampoco alcanzaron curul. La lista es larga, pero he aquí algunos nombres, que son de antología: Gabriel Acosta Bendek, Alfredo Ape Cuello Baute, Alonso Acosta Osio y Carlos Moreno de Caro.
Aunque los medios no lo hay destacado mucho, hay bastante gente sancionada por el electorado. El castigo también incluye partidos como Ala, que estaba asociado con grupo de militares bastante cuestionados y el Movimiento de apertura Liberal. Los dos salieron de la carta electoral colombiana, por no haber alcanzado a elegir representación.
Visto desde lo alto, una de las grandes paradojas de este proceso electoral fue el castigo que le infringieron los electores al Polo Democrático, partido que brilló en muchos de los mejores debates de control político durante la vigencia del actual congreso, y el premio que le dieron al PIN, una formación electoral cocinada a las puertas de las urnas.
La paradoja está en que este partido agrupó a muchos de los herederos de políticos sindicados o condenados por las masacres y los desplazamientos que ha denunciado valientemente el Polo. Así lo patentizó el propio Gustavo Petro, la noche de las elecciones en Caracol. “Tenemos que reconocer que nos derrotó el PIN”, fue el parte que le dio el candidato presidencial a Darío Arismendi.
En algunos medios se ha dicho que la derrota del polo es atribuible a sus divisiones internas y los triunfos de la seguridad democrática. Detrás de esa inferencia hay una verdad a media, que sesga los hechos, pues los éxitos de la seguridad democrática son un mal indicador para medir el fracaso electoral de un partido de izquierda civil, que se ha destacado en la oposición.
En cuanto a la Política de Seguridad Democrática esta también debió ser castigada por el electorado por los falsos positivos, las chuzadas (política de espionaje), contra la oposición, el periodismo crítico y los magistrados que se ocupan de la parapolítica, así como por su debilidad para combatir al crimen organizado, que hoy es asociado, por la mayoría de los observadores serios, con el partido palo de las elecciones: el flamante PIN.
Aparte de la división interna, hay otros cuatro factores que domeñaron la fuerza política del Polo. Como ya ha sido resaltado por muchos, la división interna en el seno de ese partido ha llevado a que un sector, que se considera a así mismo como izquierda de pura sangre, manifieste abiertamente su antipatía contra la candidatura de Gustavo Petro y contra aquellos sectores de ese partido, considerados como socialdemócratas, a los que ha llegado a tildárseles de derechistas infiltrados en el Polo. Esto ha llevad a mucha gente de centro a perder simpatía por dicho partido.
De los cuatro factores que consideramos, el primero es la aparición del Partido Verde y el Movimiento de Sergio Fajardo. Los verdes, acaudillados por tres figuras públicas, a las que la gente considera creíbles y transparentes, se convirtieron en una alternativa política sólida y fiable para los electores de clase media, cansados de la política tradicional, y deseosos de impulsar cambios de fondo en el congreso.
En este caso hay que decir que la izquierda colombiana nunca ha podido entender que su electorado está representado en el voto de opinión, un voto que procede de sectores de esa clase media, educada y urbana, que no dudan en castigar a los políticos que los defraudan. Embebida en su idea de la defensa de los intereses de las clases populares, nuestra izquierda no ha querido aceptar, que el origen popular de su votación no es tan cierto como ella cree, pues la gente de los estratos populares generalmente se abstiene y cuando vota lo hace dentro de la estructura clientelar de los caciques regionales.
Quiero ilustrar lo que digo con dos anécdotas. Mi primer profesor de francés en la Alianza Colombo-francesa de Bogotá: un autentico pequeño burgués, se preciaba de haber votado siempre por los candidatos del Partido Comunista, aunque manifestaba no saber donde se encontraba la sede de dicho partido. Decía que esa era la mejor manera que había encontrado para protestar contra los partidos tradicionales. Según él, “los comunistas nunca han sido –en ninguna parte del mundo- una opción seria de poder, por eso votar por ellos era para él la mejor manera de protestar contra el sistema”. Una amiga de Montería, militante de la Alianza Democratica M19, que trabajaba día y noche por resolverle los problemas de un barrio de invasión, vecino de su barrio, se llevó tremenda sorpresa el día de las elecciones, cuando descubrió que la gente de la invasión había votado en masa por Mayorías Liberales. Lo más doloroso para ella fue constatar, que hasta Enrique Gómez sacara más votos en dicho barrio que Vera Grabe.
El segundo factor que afectó al Polo fue su triunfalismo. Algunos miembros de la dirigencia del polo creyeron que los dos millones de votos que sacó Carlos Gaviria en las presidenciales pasadas eran del partido, pero sobre todo de los sectores que lo rodeaban. Esto los llevo a mostrarse los dientes entre si y a tirarle la puerta en la cara a los izquierdistas moderados, vistos como reformistas y oportunistas infiltrados en el Partido. Por eso los desplantes contra María Emma Mejía y los ataques contra Luis Eduardo Garzón. Bastantes comentaristas escribieron en los foros de los periódicos, que lo mejor que podía pasarle a este partido era la salida de Petro, Lucho y todos aquellos izquierdistas de simple nombre. Para complacerlos, Lucho se fue del partido llevándose a cuesta un buen número de votos. A la larga, con la partida de Lucho del Polo, gana él y pierde el partido.
El tercer factor es la arrogancia, un comportamiento típico de nuestra dirigencia de izquierda. Nuestros dirigentes de izquierda tienen un comportamiento aristocrático, que les impide entrar en contacto con la clase popular de la sociedad colombiana. Aunque afirma ser la defensora del pueblo, la izquierda tiene dificultad para ganar su simpatía y para mezclarse con él. Eso le impide cosechar a su favor los debates de fondo que adelanta en el congreso sobre las problemáticas que afectan a las clases populares, como el desplazamiento
Ilustro lo que digo con otra anécdota. En el año 2002, cuando estaban en su apogeo las matanzas en las universidades costeñas, en un foro de derechos humanos, durante el receso, un grupo de estudiantes de la universidad del Atlántico, que estaban desplazados en Bogotá, se acercó al recién elegido parlamentario Wilson Borja, para comentarle los hechos que estaban sucediendo en dicha universidad. El parlamentario, sin determinarlos, les dijo que esos hechos se estaban ventilando en el partido, que buscaran una cita con Petro, que era el responsable de esos temas y que él no podía prometerles nada, porque su trabajo estaba encaminado a la defensa de los derechos de los obreros. Acto seguido, se disculpó y aduciendo que era la hora del almuerzo, se marchó sin ni siquiera dejarles una tarjeta suya.
El cuarto factor es la persistencia del fenómeno guerrillero, la ambigüedad mostrada por algunos sectores de ese partido frente a dicho fenómeno y el intervencionismo del presidente Chávez en la política colombiana. El manejo que los guerrilleros le han dado al asunto de los secuestrados y la reciente ofensiva guerrillera en el sur del país terminaron pesando en la simpatía de la gente frente al Polo. Sumémosle a lo anterior la campaña de descrédito lanzada desde el palacio presidencial contra este partido, en la que se sugirió sin nombrarlo, que estaba financiado por Chávez. Un poco más lejos en el tiempo se ha dicho de él, que es enemigo de la seguridad democrática y que sus miembros más destacados son guerrilleros de civil.
Pero no todo es malo para el Polo. Primero que todo tiene una base electoral fiel, sobre la que puede confiar. De otra parte, ese electorado vuelve a mandarle un mensaje claro a su dirigencia. Le pide que pare la querella interna y el debate ideológico fraticida y se ocupen de construir un partido respetuoso de la pluralidad.
En cuanto al PIN, resulta errático afirmar que su victoria resultó de la simple compra de votos o de la coacción. Este partido también tiene una base social consolidada, sobre todo en aquella regiones, donde imperan los grupos ilegales.
La fortaleza del PIN en el Valle, Santander, Antioquia y la costa Caribe va de la mano de un proceso de empoderamiento social, al que hay que asociar tres factores: el clientelismo; la destrucción de un tejido social crítico y diversificado, y su remplazo por otro monolítico y acrítico. Finalmente hay que tener en cuenta la existencia de estructuras económicas, que favorecen su expansión política y la emergencia y consolidación entre la sociedad colombiana, de una mentalidad que celebra la cultura mafiosa.
En cuanto a lo primero bástenos decir que el departamento de Sucre sigue en manos del Gordo García. En el de Santander, aunque Convergencia ciudadana haya perdido la gobernación, muchas municipalidades están en sus manos. En el Valle, los medios han dado suficiente testimonio del proselitismo político del gobernador de ese departamento, a favor de esta colectividad.
En cuanto a lo segundo, no es un secreto que lo primero que hicieron los paramilitares en los departamentos de la costa, en el Urabá y el Bajo Cauca, fue destruir el tejido social que allí existía, para montar su propio tejido social. En estas regiones los paras, en su proceso de imposición, acabaron con dirigentes de acciones comunales, sindicalistas, dirigentes estudiantiles, grupos cívicos independientes e intelectuales, a los que remplazaron por gente afín a su proyecto. En todas partes son esos grupos sociales los que dinamizan la vida política. Además, en estas regiones no hay una clase media educada y sólida, ni medios de información independientes, que puedan hacerle contrapeso a un proyecto político de esta catadura.
Finalmente esta la construcción de estructuras económicas ligadas a los intereses de estos grupos. En los barrios pobres de Cartagena y Sincelejo así como en las regiones periféricas de Bolívar y Sucre, la Gata se ha convertido en la fuente de subsistencia de millares de familia que viven de la venta de chance y de rifas. Cada vendedor de Chance, se convierte, sin quererlo, el en principal promotor de los intereses políticos de una jefa, que en navidad les hace fiesta y le da regalos a sus hijos.
En cuanto al impacto en la economía del narcotráfico y sobre la manera como este fenómeno ha terminado por influir en la dinámica política de las regiones antes mencionadas, lo mismo que sobre la aparición de una mentalidad, que celebra la cultura mafiosa, hay que decir que estos tema son demasiado largos –y complejos- para abordarlos en esta nota.
Vale aquí citar un aparte del celebre libro de Fabio Castillo, los Jinetes de la Cocaína, en la que el autor nos dice: “Ya desde 1978, el embajador norteamericano en Bogotá, Diego Ascencio, aseguró públicamente: "los narcotraficantes (colombianos) son tan fuertes, en términos de poder financiero" que podrían tener su propio partido ". Si lo que suena y truena en los medios es cierto, se ha materializado dicha realidad.
Para terminar hay que decir que la presencia en el congreso de políticos, cuyos nombres están asociados a intereses espurios, no se circunscribe sólo al PIN. Políticos de dudosa ortografía también fueron elegidos en el viejo partido Conservador, que bastantes lecciones de moral nos dio en los tiempos del proceso 8000. Las mayores electoras de los dos viejos partidos tradicionales son una muestra incontrovertible, de que estas organizaciones también tienen dificultades para desmarcarse de los nombres de sus miembros cuestionados, cuando se trata de poderosos varones electorales.
Pero bueno, las cosas no son tan grises como parecen. El electorado también le cerró el paso a muchos herederos de políticos cuestionados. Por eso se quedaron fuera del Senado Martha Cury de Montes, Raul Alberto Vives Lacouture, Hernando Alberto de la Espriella Burgos y Doris Clemencia Vega de Gil. De otra parte viejos políticos, que no han hecho mucho durante su paso por el parlamento, tampoco alcanzaron curul. La lista es larga, pero he aquí algunos nombres, que son de antología: Gabriel Acosta Bendek, Alfredo Ape Cuello Baute, Alonso Acosta Osio y Carlos Moreno de Caro.
Aunque los medios no lo hay destacado mucho, hay bastante gente sancionada por el electorado. El castigo también incluye partidos como Ala, que estaba asociado con grupo de militares bastante cuestionados y el Movimiento de apertura Liberal. Los dos salieron de la carta electoral colombiana, por no haber alcanzado a elegir representación.
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